El 6 de diciembre de 1963 la revista LIFE publicó el artículo ‘Un Epílogo para el Presidente Kennedy’, apenas unas semanas después del asesinato de este, y basándose en las declaraciones de su viuda, Jacqueline. La entrevista fue realizada por el periodista Theodore H. White quien, como buen profesional, dejó constancia de su trabajo con su firma.
Sin embargo, se cuestionó la autoría tras la muerte de White, cuando las notas de su encuentro con Jacqueline Kennedy quedaron al descubierto y se reveló que había más correcciones y sugerencias propuestas por la ex Primera Dama que anotaciones escritas por el periodista. En su nueva película que llega a los cines este fin de semana, Pablo Larraín, recoge este hecho para narrar la muerte de Kennedy, y los momentos que acontecieron hasta su funeral, desde el punto de vista de una figura que, durante aquel trance, intrigó a toda la sociedad americana: Jackie.
Natalie Portman fue la única actriz que Larraín consideró acertada para este papel en el que tendría que interpretar a «una reina sin corona que perdió su reino y a su marido», según afirma el director. Esta apuesta ha sido una de las razones por las que se encuentra de nuevo nominada al Oscar. La otra es, sin duda, la capacidad de dar visibilidad a una Jackie Kennedy con mil caras: confiada junto a su marido; inflexible frente al periodista al que da vida Billy Crudup; vulnerable con su secretaria y amiga Nancy; superficial ante el círculo de la Casa Blanca; O auténtica ante la presencia de su confesor, John Hurt, en uno de sus últimos trabajos como actor.
Toda la película es un proceso de investigación acerca de cómo Jacqueline Kennedy afronta y siente cada paso, desde que ve morir a su marido en su regazo, hasta que concede esa entrevista, a través de la cual, busca que la memoria del que fuera presidente no caiga en el olvido. Es por esto que nos encontraremos imágenes que tan solo una actriz de la talla de Portman puede dramatizar y hacer tan reales, como es la escena de a la viuda limpiándose del rostro la sangre de su marido frente al espejo.
Somos testigos de un relato que queda en su mayor parte tachado o censurado al final de su entrevista con White. Este no llegará a escribir sobre lo que Jackie sintió al quedarse sin hogar. Ni cómo vivió el momento de contar a sus hijos que no volverían a ver a su padre. Y, por supuesto, jamás lograría revelar las confesiones hechas a su sacerdote. ¿Cómo podría hacerlo? En realidad, Jackie nunca dijo nada de todo aquello.
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