Las luces se apagan y comienza la clase. Sobre la tarima del Teatro Compac Gran Vía de Madrid, estuvo anoche Álvaro Carmona, el que fuera guionista del show de Buenafuente, con algo que no es ni una obra de teatro ni un monólogo, sino un manual de lógica que sigue por riguroso orden alfabético, dispuesto a demostrarnos, letra por letra, lo distinto que sería el mundo si de verdad llamásemos a las cosas por su nombre. ABECÉ es, ante todo, una lección de respeto a las palabras.
El material didáctico lo conforman un cuaderno, la guitarra, la armónica y el teclado de los que se acompaña el cómico –que adquiere, en ciertos momentos, el tono paródico del pastor de una iglesia de los suburbios- y una pantalla, él dice que la más grande que encontró, en la que proyecta sus dibujos minimalistas y las fórmulas que ayudarán a comprender, por ejemplo, por qué Miren es un nombre terrible para una chica fea y qué convierte a un pincho moruno en el arma blanca definitiva.
“Eh, escuchad, ¡esto es muy importante!”, avisa Carmona al público antes de alguna de sus observaciones, que, en ocasiones, son chistes blancos y simples, hasta dulces; en otras noshapasadoatodos de ésos que ayudan a que cada uno se sienta un poco menos miserable; pero, a veces, hilan muy fino e incluso se deslizan por los bordes de –maldita expresión- lo políticamente incorrecto. Algún ay exhalado entre las butacas tras chistes sobre el hambre en África o la heroína así lo constata.
Pero es que Carmona mira al mundo de frente y sin gafas de sol, con unos ojos que, cierto, pueden estar equivocados, pero al menos están muy abiertos. Y eso ya es mucho. En el escenario de ABECÉ no hay nada más ni nada menos que un tipo que reflexiona sobre la vida sin más pretensiones que despejar, de vez en cuando, alguna equis. Hasta que regrese a la capital lo estará haciendo, viernes y domingos, en el Teatreneu de Barcelona.
ABECÉ Viernes & Domingos from Alvaro C on Vimeo.
