LADY GAGA: BORN THIS WAY

Lady Gaga ha pecado en los últimos meses de pesada y de pretenciosa. De pesada por su irritable afán de estar en boca de todos a diario, haga lo que haga, diga lo que diga y se ponga el disfraz que se ponga. De pretenciosa por presumir y por asegurar tan alegremente que Born this way, su recién publicado segundo disco –el tercero si tenemos en cuenta el exitoso ep Monster– iba a ser el mejor de la década. Baja Modesto que sube Gaga.

Al final, tanto egocentrismo ha terminado por saturar al personal, y muchos de los que en su día rieron las gracias a la cantante, ahora le han dado la espalda. Del mismo modo, otros tantos piensan (pensamos, que en este grupo también me incluyo yo) que la artista tendría que haber dejado pasar un tiempo prudencial antes de publicar su nuevo trabajo. Hacer que el público la echase de menos.

Dejando de lado al personaje y centrándonos en el disco, que es lo que nos ocupa, lo primero que hay que decir que Born this way no es, para nada, el mejor disco de la década… ni del año. ¿Significa eso que es un mal trabajo? No, en absoluto, pero las expectativas estaban tan altas que luego pasa lo que pasa.

Su primer single, la canción que da título álbum, decepcionó a muchos por su letra obvia, por su producción completamente demodé por y por su excesivo parecido al clásico de Madonna ‘Express yourself’. Afortunadamente, el resto del disco es mucho mejor y en él encontramos un buen puñado de temas destacados e incluso notables.

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El álbum se abre con ‘Marry the night’, una canción divertida, bailable e ideal para animar una buena fiesta. En esta misma línea se mueve gran parte del contenido del disco, pues aquí de lo que se trata es de pasarlo bien y de disfrutar. Lady Gaga pasa cómodamente del dance machacón de su fallido segundo single ‘Judas’ (una canción que recuerda a su mayor hit hasta la fecha, ‘Bad Romance’, de la misma manera que ésta recordaba a ‘Poker face’) al rock ochentero (‘Highway Unicorn’) o al pop pegadizo de ‘Hair’ (muy buenos los coros a lo ‘Spaceman’ de The Killers) o de la estupenda ‘The edge of glory’ que cierra el disco y que incluso la prensa internacional ha comparado con el tema ‘Sin miedo’ de Soraya, logrando bordar todos estos estilos.

Sin embargo, donde destaca realmente Lady Gaga es en la electrónica más oscura y noventera, protagonista de tres de los mejores momentos del álbum (‘Government Hooker’, ‘Scheiße’, ‘Heavy Metal Lover’). Especial atención merece también el extraño experimento ‘Americano’, una latinada tan sonrojante como adictiva en la que la cantante se atreve a cantar en español cosas como “Mi corazón me duele por mi generación” o “On the mountain las campanas están sonando, todos los chicos y los chicos se están besando”).

Empañan el resultado final medios tiempos correctos pero quizás demasiado genéricos como ‘Electric Chapel’ o ‘Bloody Mary’ y otros temas en los que está muy presente la sombra de Madonna (‘Bad kids’, ‘Fashion of his love’). Tampoco engancha la pretenciosa balada ‘You and I’, que la cantante ya tocaba en los conciertos de su última gira. Aún así, son más los aciertos que los fallos y, para alegría de muchos y para horror de otros, este disco dejar ver claramente que Lady Gaga todavía tiene cuerda para rato. Prueba superada.

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