LA SUERTE, MEJOR SOLA QUE MAL ACOMPAÑADA

Cartel 'La oportunidad de mi vida'

Hace que brille el sol cuando estás de vacaciones, que siempre haya un rollo de papel en el WC, que te toque la lotería y que tu equipo de fútbol gane la Copa del Rey. Los romanos la llamaban Fortuna; los griegos, Tiké, y es por todos bien recibida, siempre que venga sola y no mal acompañada de alguien como Julien, el protagonista de La oportunidad de mi vida. Si no, que se lo pregunten a  cualquiera de las mujeres a las que  este exitoso asesor matrimonial, interpretado por François-Xavier Demaison (Mis tardes con Marguerite, El pequeño Nicolás), lleva gafando desde los 9 años de edad.

Julien Monnier es experto en hacer felices a los matrimonios que acuden con problemas a su consulta. Sin embargo, trae mala suerte a todas las mujeres que ama, y es incapaz de mantener una relación prolongada con ellas sin llegar a inflamarlas con una tarta, tirarlas de una embarcación al agua o quemarles el trasero con la vitrocerámica.

Y Joanna (Virginie Efira), su última víctima, no iba a ser una excepción. Sin saber muy bien por qué, esta joven y atractiva diseñadora se enamora del terapeuta, un tipo con una cierta retirada a nuestro Luis Merlo, pero más bajito, en francés y con más quilos. Desde entonces, que se le cague en la frente una cigüeña, que se quede atrapada en un ascensor o que casi la operen de apendicitis por error serán desdichas menores que alterarán su, hasta ahora, apacible vida.

Virginie Efira en una escena de 'La oportunidad de mi vida'Pero, algunas veces, que se te llene la cara de granos al comerte un crustáceo, que llegues tarde a una reunión por culpa del GPS o que se te estropee el peinado en una fuente pueden ser pequeñas molestias por las que hay que pasar para alcanzar un estado supremo de felicidad. O, al menos, con esta visión optimista de la vida ha querido consolar a gafes y gafados el director de la película, Nicolas Cuche. Y esto es lo que le pasará a Joanna: a pesar del círculo de energía negativa en el que parece atrapada, gracias a la (mala) suerte irradiada por Julien, verá realizados, a largo plazo y con esfuerzo, todos sus sueños.

Hasta aquí, la historia resultará creíble a todos los que tengan fobia a los gatos negros, a la sal y a los espejos rotos, y hay que reconocer que la idea, para tratarse de una comedia romántica, es incluso original… Si no fuera por la presencia del estrambótico jefe de Joanna (Elie Semoun) –un famoso diseñador con un aire a Meryl Streep en El demonio viste de Prada –y por la –¡suerte hay! –breve aparición de un marido workahólico y de un extraño curandero que pretende sanar la gafitis de Julien. Caracteres, todos ellos, exagerados, tópicos y molestos.

Se supone que su función es la de provocar la risa fácil en el espectador; pero no son estos excéntricos personajes los que te hacen pasar un buen rato en el cine, sino la naturalidad del guión y las divertidas desgracias que acaecen a secundarios y a protagonistas a lo largo de la película. Unas desgracias que la suerte –sola, sin malas compañías –convertirá en la oportunidad de sus vidas.

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