LA PARÁBOLA DEL TRUEQUE

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La Parábola del Trueque es un cuento perteneciente al libro de relatos Confabulatorio definitivo del escritor mexicano Juan José Arreola (1918-2001), uno de los exponentes más significativos del relato breve. Su obra se inscribe en el llamado ‘realismo mágico’ y se caracteriza por una inteligencia profunda y lúdica.

 

En este relato un mercader llega a un pueblo y cambia a las esposas “viejas” por mujeres “nuevas”, muy rubias y de gran belleza. Todos los hombres salen a la calle desaforados, excepto uno que decide no cambiar a su mujer. Todo el pueblo le recrimina por ello, incluida Sofía -su esposa-, ya que le considera un cobarde porque piensa que no la cambió por miedo, no por falta de ganas. Todo esto cambia cuando descubren que las aparentes mujeres perfectas son falsas y se echan a la calle para buscar al estafador. Sofía está contenta porque ya no se considera inferior a las demás, pero sigue culpando a su marido por su decisión. Por ello, el protagonista pasa de una soledad interior en donde se siente incomprendido a una soledad real, puesto que el pueblo se queda vacío (todos se han ido a buscar al mercader porque quieren venganza, aunque curiosamente no dicen nada de recuperar a sus antiguas esposas) y su mujer le continuando culpando. Al tratarse de una parábola, el contenido de este cuento encierra una moraleja que se podría resumir en: “no es oro todo lo que reluce” y “las apariencias engañan”. Lo fundamental es ser fiel a uno mismo sin importar lo que pensarán los demás.

En el texto se producen varios saltos temporales que nos permiten ir avanzando en el tiempo. Así, se producen prolepsis o flash-forward, gracias a los resúmenes o sumatorios que realiza el narrador en tercera persona. En cuanto al espacio, toda la acción se desarrolla en las calles del pueblo, cuyo nombre no se menciona y, a veces, se alude a la casa del protagonista. El espacio otorga significado a las acciones de los personajes y ayuda a que la ficción se convierta en un mundo creíble. En este caso, no encontramos una descripción minuciosa del lugar, hay un solo ámbito de referencias que se construye a medida que avanza la acción, por tanto hay unidad espacial y, gracias a ese espacio, el personaje adquiere una caracterización (espacio identificador); dado que el espacio está marcado por otros signos como el tiempo y los personajes.La parábola del trueque

Es importante señalar que el espacio, es decir, “el pueblo”, coincide justamente con el personaje coral que humilla e influye notablemente al protagonista “el pueblo”. Esa mayoría que no comprende cómo no ha cambiado a su mujer. Frente a ellos está el protagonista, ese hombre, sin nombre, que se queda con su esposa y sufre las consecuencias de tal decisión. Los personajes son arquetípicos, puesto que no hay una descripción demasiado profunda de ninguno de ellos.

Pasamos por tanto del placer y aparente “paraíso” en el que vive el pueblo al principio del relato, al engaño y estafa del final. Cabe destacar la presencia de la muerte, el infierno, el luto, las plañideras y leprosas (comparación del estado final de las mujeres) junto a la mención a Dios, en medio de todo esto se encuentra el protagonista con su incomprensión y soledad. Así, por un lado encontramos la envidia, el odio, la falsificación… y, por otro, la culpabilidad, la desolación y la soledad del protagonista.

Por ello, encontramos diferentes símbolos bajo los adjetivos “rubia” y “morena” así como todo el juego entre la oscuridad y la claridad, brillo y luz (placer y felicidad frente a dolor, soledad, culpabilidad…) y cómo no la tan mencionada “isla” que esconde ese aislamiento e incomprensión que encierra al protagonista, puesto que compara constantemente su situación con la de sus vecinos.

El final del relato muestra el sueño, el inconsciente. Esa luz artificial en la que ve los destellos dorados de su mujer. Destellos tan falsos y superficiales como la “perfecta mujer” que tanto anhelaba tener y que resultó ser un engaño de un mercader.

En definitiva, en esta parábola Arreola destaca por su capacidad de síntesis, por trasferir a la palabra el carácter enigmático de la existencia y por hacernos partícipes activos de la trama. El autor recrea con ironía temas universales como las relaciones de pareja y consigue crear un universo autosuficiente que nos deslumbra con esa magia propia del llamado “realismo mágico”.

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