¿La gente no lee?

Los canales de lectura han cambiado en los últimos años

La gente no lee. No compra libros. Prefieren jugar al Candy Crush. La lectura está quedando como algo residual, perteneciente a ciertas élites. O eso aseguraba, en una entrevista, Miren Elorduy, librera en la madrileña Mujeres y Compañía, ubicada en la céntrica calle Lazo. Pero ¿la gente no lee?

Los pequeños locales están cerrando. Muchos no han conseguido sobreponerse a la crisis que sacudió el sector en 2008. Los grandes conglomerados como Google, Amazon, Fnac o El Corte Inglés han copado el mercado de la venta del libro. Un ejemplo especialmente representativo de el esquilmo en la capital española fue la liquidación de la casa Nicolás Moya; la librería más antigua de la ciudad, a escasos metros de la Puerta del Sol, este 2019.

Sin embargo, la gente lee, o así lo indica el último informe publicado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) que se resumiría en la siguiente afirmación: el 67% de los españoles sostiene haber leído un libro en el último trimestre, frente al 58% que aseguraba lo propio en el año 2000. Aumentan los lectores frecuentes y el número de libros que la gente tiene en casa.

Estos datos indicarían, entonces, que la percepción de la reducción de la lectura no es más que una falacia instigada por la visión que se tiene de las redes sociales y demás medios telemáticos.

Sin embargo, las pequeñas librerías siguen bajando la persiana. Habiendo establecido como primera y más evidente causa, el incipiente oligopolio del mercado por parte de las grandes empresas, sería conveniente fijar la atención en otro fenómeno singular: el ebook o libro electrónico.

Continuando con datos del mismo informe; la lectura digital de libros (con frecuencia al menos trimestral) sigue en ascenso y alcanza un 28,7% entre la población de 14 o más años. Asimismo, desde el año 2007 y hasta 2017, la presencia y distribución de libros electrónicos en España creció de manera exponencial — tal y como indica el gráfico que se muestra a continuación–, coincidiendo con un paulatino desplome de las publicaciones en papel. Una tendencia que se mantuvo hasta 2014. Desde entonces se ha producido una lenta recuperación que no ha llegado a alcanzar las cotas de publicación existentes en 2008.

Este repunte de las publicaciones impresas se aproxima en el tiempo a la caída de la venta de ebooks, después de que estos alcanzasen su punto álgido en 2017 -Amazon creó, incluso, su propia marca, Kindle, que se convirtió en la más popular del sector-. Siguen publicándose libros en formato electrónico, son una herramienta útil y liviana, pero todo parece indicar que el sorpasso al formato papel atiende, fundamentalmente, a una moda pasajera.

Regresando al tema que nos ocupa; el problema con los lectores electrónicos y el negocio de la venta de libros al por menos es, ni más ni menos; la piratería. El 79% de los libros digitales leídos se obtienen de forma gratuita, ilegalmente. Con la llegada de plataformas como Filmin, Netflix o HBO se redujeron las descargas ilegales de películas y series, pero se trata de una tendencia que, aunque sigue siendo el medio habitual de obtención de libros electrónicos, desciende. Según la FGEE, un 34,8% de los entrevistados paga por la obtención del material de lectura digital.

A modo de conclusión cabe destacar que la digitalización de los medios de lectura ha cambiado la forma en que la sociedad recurre al conocimiento y parte del ocio. Los más pequeños son ya nativos digitales, seres totalmente capaces de manejar una pantalla táctil antes de caminar y de entonar sus primeras sílabas frente a menos de diez pulgadas.

Así pues, los datos expuestos demuestran que quizá la tecnología es el nuevo aliado de la lectura (aunque no de los pequeños comercios), puesto que no nos hace leer menos como erróneamente tiende a pensarse, sino que se ha convertido en un canal que facilita la accesibilidad y que, incluso, propone nuevos modelos de lectura, como los Podcast o los audiolibros.

Como suele ocurrir, lo novedoso siempre se mira desde la desconfianza. Las librerías han sufrido. Las editoriales han sufrido. En una marejada de cambios entre lo analógico y digital sobrevivirán los modelos de negocio que sepan adaptarse. Renovarse o morir. Lo que sí queda claro es que la lectura, bajo la forma que sea, siempre persiste.

Artículo coescrito por Clara Nuño e Inés Arroyo

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