La fiebre de las malenis

Madrid vive una nueva revolución, la rebelión de las malenis. La capital vive la invasión de esta nueva especie. ¿Quieren conocer el mundo malenil? Porque hay vida más allá del universo hipster…

¿Qué es una maleni? La maleni es una mujer de treinta años a la que le gusta coser, comer cupcakes, el rollo eco-friendly, comer en sitios cool y su ídolo es la cansina Amelie. El término maleni responde al amor absoluto y celestial que tiene esta mujer por los muffins y los cupcakes, es decir, las madalenas de toda la vida. De hecho, cada 22 de julio la maleni celebra Santa María Magdalena, patrona oficial de los reposteros. Si piensan que la maleni tiene el colesterol por las nubes están muy equivocados, no se imaginen a una mujer con cara de bollo. Las malenis viven rodeadas de pastelitos de colores pero nunca se los comen. O quizá queman todo el azúcar glaseado que llevan en su cuerpo maleni con sus bicicletas de segunda mano que llevan a todas partes y que cuestan una pasta.

A su hijo lo lleva a ludotecas para que aprenda a hacer bizcochos y manualidades hasta que el niño acaba por destrozar todo aquello que se le pone por delante porque no puede más, agotado de tanto pastelito rosa glaseado y tanta lana a su alrededor. A la edad de diez años el niño acabará pidiendo un cocido madrileño o unos callos en cualquier taberna de Madrid harto de tanta madalena con forma de corazón. Cups & Kids, en la calle Alameda 18, es uno de esos rincones madrileños en el que las mamis malenis llevan a merendar a sus niños para tomar zumos naturales y cupcakes a tutti plen. Y, siguiendo esa línea eco-friendly, también apuestan por sitios como el Baby Deli, en la calle Lagasca 54, donde ofrecen a los más pequeños productos ecológicos y desayunos orgánicos así como talleres para aprender inglés de la forma más malenil, es decir, con libros, música o vídeos para concienciar a los niños sobre el cuidado del medio ambiente.

¿Y ellas?, ¿qué planes hacen con sus amigas?, ¿a qué se dedican? Pues uno de sus planes preferidos es desayunar, merendar, comer o cenar, es decir, hacer cualquiera de las cinco comidas diarias en sitios guais como Homeless Design Café, en la calle Miguel Servet 4, donde siempre las verás tomando la última novedad en té, cuanto más antioxidante, evocador y exótico mejor. Otro rincón madrileño súper malenil es Motha, en la calle Santa María 39, donde también las verás comiendo una de sus ensaladas, una caipiroska after work y cómo no unos muffins de lima, yogur y amapola. La maleni también disfruta de momentos más íntimos con su pareja. Se sospecha que el novio, marido o amante de la maleni es el hipster de manual. Aunque también se pueda dar el caso de que su pareja sea un chandalero que disfrute los domingos viendo al Real Madrid en el bar de enfrente de su casa. Y es que nunca se sabe qué esconde una maleni.

¿Y su armario?, ¿qué guarda en él? Gafas de pasta, jerséis de lana que han cosido ellas mismas, sombreros vintage, camisetas de rallas y zapatos o bolsos del año de la picó, el atuendo de la maleni varía entre lo popero, el uniforme Amelie o el estilo amish. La maleni más pija optará por tiendas como La Lola Malasaña en la calle Divino Pastor 23 que vende ropa de marcas maleniles como Kling o Pepa Loves. La maleni más alternativa irá a cualquiera de las tiendas retro de la capital, todas ellas concentradas en el barrio de Malasaña como El templo de Susú en la calle Espíritu Santo 1 o Retro City en la calle de la Corredera Alta de San Pablo 4.

En casa de toda maleni suele haber un horno bien majete para hacer ricos bizcochos y cupcakes de colorines pero claro la maleni es humana y a ella también se le pueden chamuscar las madalenas. En esos casos, el postre estrella que lleva a las comidas familiares suele comprarlo en sitios como el Real cake en la calle Princesa 47 o en Buenas dulces en la Plaza del Dos de Mayo 5. Entonces llega el momento en el que la suegra tiene que tocar un poco las narices y es cuando le suelta a su yerna maleni, “pues esto en mi pueblo se llama brazo de gitano». En ese momento la maleni se hará la loca y le explicará en qué consiste la originalidad del pastel chachi que ha comprado. Eso sí, nunca sabrás distinguir la autenticidad de una maleni. Y es que hay que tener cuidado con ellas porque a ojos de los demás su vida parece recién salida de una peli de la Nouvelle vague pero, ojito, pueden esconder a una gran choni en su interior y nadie enterarse.

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