La decadencia del arte o ¿Donde vamos a bailar esta noche?

Si usted entra en una sala llena de botellas de alcohol esparcidas por el suelo, colillas tiradas, confeti de variados colores y alguna que otra guirnalda que aún cuelga parcialmente del techo, es de suponer que la noche anterior ha sido larga. Una multitud de invitados habrá disfrutado de la velada, en donde sonaría un sinfín de música, y el champán se derramaría tanto por los gaznates de los invitados como por el suelo, ahora sucio por los restos de lo que ha sido una gran noche.

Pero después de toda fiesta toca limpiar, recoger todo el desastre de la noche anterior, y eso hizo el personal de limpieza del museo de Arte Contemporáneo de Bolzano, Italia, cuando a la mañana siguiente llegaron para realizar su trabajo y se encontraron con semejante panorama. Todo a la basura.

Hasta aquí podríamos decir que el equipo de limpieza del museo hizo correctamente su trabajo, pero el problema es que todos esos restos de una fiesta no eran lo que parecían, si no que se trataba de una obra de arte que respondía al nombre de ¿Donde vamos a bailar esta noche? De las artistas milanesas Goldschmied y Chiari.

dondebailamos

Este hecho podría llegar a pasar desapercibido, pero son varios los casos semejantes que se vienen sucediendo en los últimos años.

Al artista Gustav Metzger le tiraron a la basura una bolsa llena de papeles, confundiéndola con desperdicios. Tracey Emin expuso una cama deshecha en una habitación desordenada, la cual a la mañana siguiente apareció totalmente ordenada, y así podríamos documentar muchos más casos. En todos ellos, los trabajadores de las galerías o museos confundieron las distintas obras de arte con basura y desorden.

El arte del siglo XXI busca nuevas emociones que transmitir al mundo, haciendo uso de distintos materiales y nuevas técnicas: electrónica, ciencia, algo que rompa las reglas que había marcado el arte hasta ahora. Y es aquí donde nace esa pregunta que esos trabajadores de los museos se hacen ¿es arte todo lo que se expone? Y es donde nacen los problemas por los cuales, distintas obras de arte acaban en el contenedor. La respuesta a esta cuestión es compleja y delicada.

Si nos atenemos a una definición estricta de arte como manifestación de una actividad humana por la cual se expresa una visión personal de algo, seria muy complicado rebatir si todo lo que se encuentra expuesto en un museo o galería es arte o no lo es, pues bajo esta máxima, estos montajes expresan determinas ideas y son, claramente, objetos artísticos.

En el año 1905, un grupo de jóvenes artistas expusieron por primera vez sus obras, el lugar elegido fue el Salón de Otoño de París. El comisario de la exposición decidió unir todas las obras de estos artistas en una sola sala, rodeando una escultura renacentista, porque tenían en común el empleo provocativo del color.

El crítico de arte Louis Vauxcelles, al ver la muestra, expresó: »Mais c’est Donatello parmi les fauves» (pero es Donatello entre las fieras). Está claro que el crítico quería denostar a estos nuevos artistas, pero más allá de conseguirlo, sólo les proporcionó un nombre para esta nueva corriente, los fauvistas (fiera en francés).

Está claro que toda nueva corriente artística es víctima de su tiempo, e incluso es denostada y negada por aquellos entendidos en el campo. Las reformas del arte suelen toparse con grandes crisis en sus comienzos, vaticinando un empobrecimiento de la genialidad, como ya les pasó a los abstractos o a los impresionistas.

De esta forma nace la idea de la imposibilidad de valorar el arte manufacturado hoy, lo que podría hacer pensar que el arte hecho hoy es para el deleite de los observadores del mañana.

Es difícil pensar que una rueda de bicicleta o un urinario colgado al lado de un cuadro pueda denominarse como arte, pero hoy en día son pocos los que discuten que Marcell Duchamp no era un gran artista. Por no hablar de algunas de las obras de Manzioni, aquel que firmaba el cuerpo desnudo de una mujer o que recogía un puñado de excrementos y los enlataba bajo la máxima de »mierda de artista», una clara crítica al mundo del arte.

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El problema que se plantea en este siglo XXI sobre el arte no es más complejo que el de hace cien o doscientos años, lo que está claro, es que si una lata de mierda puede estar expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia o un urinario en la Tate Modern de Londres, unas botellas de champán, rodeadas de globos y colillas en una sala sucia de un museo de Italia, no son inquilinos de menor prestigio.

Ojo, la culpa tampoco la tiene el equipo de limpieza, seguramente habría que acotar las obras de arte separando la basura de la »basura artística», o mejor, contratando críticos de arte que pasen el plumero antes de abrir las puertas de los museos y galerías . Al menos ellos no tendrán excusa si tiran al contenedor una obra maestra.

Jorge Salvador Ramiro

Estudié historia del arte en la UAM por pura devoción, me enamoré del cine con películas como El tercer hombre o Cinema Paradiso, de la literatura a través de libros como Buenos Presagios o La conjura de los necios y de la música con grupos como Led Zeppelin o The Chieftains.
¿Que valor tiene la cultura cuando la experiencia no nos comunica con ella?

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