JACQUES HENRI LARTIGUE: CAZANDO ‘LA JOIE DE VIVRE’

Jacques Henri Lartigue

Su primera cámara fue una Spido Gaumont que empezó a disparar en 1902 con tan sólo ocho años; una cámara inventada por Sir David Brewster medio siglo antes, el mismo que también hizo soñar con figuras, colores y dimensiones a niños de todas las generaciones gracias al caleidoscopio. Jacques Henri Lartigue fue un niño con suerte, nacido en el seno de una familia acomodada que pudo ofrecerle en bandeja la cura de su dolencia por medio de la fotografía: «Desde niño padezco una especie de enfermedad. Todas las cosas que me maravillan se escapan sin que pueda guardarlas lo suficiente en la memoria». En el Caixafórum de Madrid podemos disfrutar de su antídoto, de la exposición Un mundo flotante, en donde Lartigue muestra la cara amable de los oscuros primeros años del siglo XX: memoria y felicidad en más de doscientas piezas.

No hay rastro de guerras, de conflictos, de pobreza, destrucción… ni un atisbo de preocupación ni de temblores miedosos en estas fotografías. Nacido en 1894 y muerto en 1986, tras vivir en el contexto de dos Guerras Mundiales, en ninguna de sus fotografías hay un ligero deje de tristeza o desesperación. Las fotografías de Lartigue son un remanso de tranquilidad y un catalizador de sonrisas; es un reflejo de la sociedad burguesa de la Francia del siglo pasado, su «mundo flotante».

Jacques Henri Lartigue: Jeannine Lehmann, 1926

Este Universo está organizado según diferentes e inusuales aspectos temáticos y formales. Así, empezamos el camino de su exposición con las fotografías iniciáticas de Lartigue; seguimos por aquellas que reflejan el aire, la tierra y el mar; por una mirada moderna centrada en el mundo del motor, del progreso y la tecnología, de las carreras de bólidos y de la velocidad que tanto llamaba la atención del fotógrafo; por la ligereza de algunas de sus instantáneas en donde los saltos y la obsesión por la incapacidad de volar son los protagonistas; por los retratos femeninos de esas mujeres elegantes que «de lejos, entre los paseantes parecen un faisán dorado en medio de un gallinero»; por ahondar en lo desconocido, tras las máscaras, gafas y demás elementos que ayudaban a taparse de los veranos soleados o de los helados inviernos… su mundo, a través de una lente.

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Más allá de las fotografías, también podemos observar algunas de las cámaras que utilizó, los diarios que escribió a lo largo de toda su vida, algunas fotografías en color sacadas con la cámara Klapp Nettel, una película casera de 1914 titulada ‘El bandido y el hada Ameliot’ y también los positivos estereoscópicos en cristal, repartidos por toda la exposición, por medio de los cuales podemos ver tridimensionalmente algunas de las instantáneas que Lartigue sacó con su Spido Gaumont, jugando con los espectros fantasmales que inundaban su imaginación cuando era un niño.

Jacques Henri Lartigue:

Jacques Henri Lartigue siempre fue un niño en todas sus imágenes, fue capaz de sintetizar la joie de vivre de sus entrañas en un contexto desesperanzador; un punto de vista diametralmente opuesto a la historia que le rodeaba y un espíritu optimista y pícaro que le permitió capturar aquellos momentos que marcaron su vida, día a día, porque para Lartigue, este mundo flotante es «algo maravilloso que baila, salta, vuela, ríe y pasa».

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Un mundo flotante
Fotografías de Jacques Henri Lartigue (1894-1986)
Del 4 de marzo al 19 de junio
Caixafórum, Madrid (Acceso gratuito al centro y a la exposición)

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