Réquiem por J. D. Salinger

J. D. Salinger en 1952

Dicen que fue el ángel caído quien le susurró al oído las palabras que más tarde Salinger haría suyas: “Escribe todo lo que puedas y luego desaparece”. Y así, sin más, Jerome David Salinger convenció al mundo de que no existía, no sin antes dejarnos una novela demoníaca, tejida con un lenguaje provocador, sexual y con una exacerbada ansiedad: El guardián entre el centeno.

En 1951 Satanás habitaba en todas las esquinas. Habían transcurrido seis años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y, a pesar de aquel traspiés, llevaba una década creando su obra más diabólica. Salinger, que vivió en primera persona la crueldad de la barbarie humana, provocada por los fascismos europeos, acordó el paraíso de las sombras y la oscuridad con el príncipe de las tinieblas. A continuación, una armoniosa danza creativa y literaria, daba vida a un icono de la rebeldía adolescente, Holden Caulfield, y nacía la leyenda del escritor maldito.

Tras su publicación, la opinión pública internacional afirmó que: “El milagro poco común de la ficción ha sucedido de nuevo. Un ser humano fue creado a partir de la tinta, el papel y la imaginación”. Tiempo más tarde, su autor, recluido en su obsesivo retiro de Cornish, iba a experimentar los horrores de su compromiso. El 8 de diciembre de 1980, el veneno de su escritura penetró en las venas de un cristiano renacido: Mark David Chapman. A las 22.50 de aquella fría noche neoyorkina, cinco balas, del calibre 38 especial, impactaron en el cuerpo del autor de `Give Peace a Chance´: John Lennon. “Me estoy volviendo loco”, afirmó Chapman meses antes.

J. D. Salinger: cómo se engendra un monstruo

La macabra trama urdida por Lucifer continuaba. La ira y el odio se extendían entre unos jóvenes cuya psique era moldeada desde el fuero interno de sus almas. Más tarde fueron John Hinckley, Jr. que intentó asesinar a Ronald Reagan para impresionar a una acosada Jodie Foster; Robert John Bardo cumplió su objetivo acabando con la vida de la actriz Rebecca Schaeffer; y Charles Manson, fundador y líder de `La Familia´, grupo que devoró la felicidad de Roman Polanski la noche que liquidaron a su esposa, Sharon Tate, en su mansión de Cielo Drive. Aquella noche Salinger vio a Satanás caer del cielo como un rayo.

Los inviernos pasaron y Salinger no volvió a bailar con el diablo a la luz de la luna. Los días gastados anunciaban que el pacto de caballeros llegaba a su fin. En mayo de 2009, aún convaleciente de una rotura de cadera, recibió una carta. “Querido J. D. Salinger. Aquí, donde vivo, hace calor, pero me gusta. He oído que vives en una pequeña casa en medio de la nada. Ahora, tu vida no tiene sentido. Espero que escribas algún tipo de diario. Ya sabes, la última vez que nos vimos parecías mayor. Te mando recuerdos. Por cierto, me alegro de que te cruzaras en mi camino. Atentamente, Damian”.

Debilitado, respondió. “Querido Damian. He recibido tu carta. Parece ser que crees saber distinguir el cielo del infierno, el cielo azul del dolor, un campo verde de un frío raíl de acero, una sonrisa de un velo. Me alegro. ¿Conseguiste cambiar tus héroes por fantasmas? ¿La brisa fresca por aire caliente? ¿Cambiaste un papel principal en la guerra por un papel protagonista en la jaula? Ojalá estuvieras aquí, encontrando los mismos miedos de siempre. Atentamente J. D. Salinger«.

La medianoche del 27 de enero de 2010 el infierno rugió como nunca. Aquella madrugada, la Parca llamó a la puerta del eremita de atormentado pasado. El silencio de Cornish se hizo eterno, y así, como si de un truco de magia se tratase, a los 91 años, se fue aquel que “estaba en este mundo pero que no formaba parte de él».

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