Iván Fandiño, la muerte siempre fue una opción

Iván Fandiño
Iván Fandiño. | ivanfandino.net
Iván Fandiño
Iván Fandiño. | ivanfandino.net

El 17 de junio de 2017 pasó lo que puede pasar. Y es que cuando el filo de navaja es una elección voluntaria, este puede acabar cortando. Un filo que suele acabar rendido en la arena pero que está al quite para aprovechar la más mínima oportunidad. Ha sido el hierro de Baltasar Iban el que ha penetrado el costado de Iván Fandiño para mandarle a ver a unas parcas que finalmente han decidido dar el fatal tijeretazo.

Ivan Fandiño ha transitado la gloria y las horas bajas. En un arte en el que la única solución de continuidad es seguir subiendo en la furgoneta para recorrer España, pasar a Francia o hacer las Américas, el matador no dio el paso hacia atrás que diferencia al baile del toreo. La miel fue un sabor que conoció tanto como la hiel. Pero, aunque sea cuestionable, hay quien no puede dejar de tentar a la muerte para poder seguir vivo.

Un traspié y un instante fueron suficientes en Aire Sur L’Adour para que el aliento del diestro pasara al pasado. La incuestionable decisión de Nona, Décima y Morta al cortar el hilo estaba escrita en los genes de Fandiño. Combinaciones de combinaciones de cuatro nucleótidos que resultan en un ser diferente.

Ivan Fandiño en Castellón
Iván Fandiño. | ivanfandino.net

Iván Fandiño: “Valor, Pureza y Rebeldía”

Un miembro de la cuadrilla de Fandiño, que resulta amigo de quien escribe, ha definido el arte del maestro con las tres palabras que aparecen en el ladillo sobre estas líneas: “valor, pureza y rebeldía”. Un valor que quedó demostrado en su última bravata, levantándose tras la mortal cogida. Un valor que fue contagioso: la imagen del torero sigue inspirando. El que hoy nos ha dejado lo sabía y asió esa capacidad con humildad, algo de lo que un servidor da constancia. Cuando el abuelo de uno tuvo que asumir un cáncer, el diestro alabó la valentía de un viejo, cuya cita con la moiras no estaba programada, con una simple dedicatoria que daba vida.

El toreo puro, sin dar un pasito atrás, entre los pitones, fue seña de identidad de un Fandiño que supo hacer de la modesta elegancia un estandarte. Estoconazos, saltos y fuerza al terminar faenas arrancaron pañuelos e hicieron agitarse las manos del respetable. La rebeldía ponía pasión y aderezaba la habilidad para metamorfosearla en arte. Mientras se debatía entre las tres constantes de los toros, sol, sangre y arena, Iván supo ser quien quiso.

Mientras estas palabras se escriben, se leen o se almacenan, es posible que un hombre, que hizo de una tan bella como fútil valentía su vida, haya conseguido hablar con aquellas tres damas a las que hasta Júpiter temía. Un alma de Orduña que en 36 años fue odiada y amada. Barbarie o arte, su pasión fue la estética hecha muerte. Con un rictus serio, puede que las haya preguntado por qué entonces, por qué ahí. Ellas, seguramente, le hayan respondido que el destino suele plantear muchas cuestiones, pero este pocas veces da respuestas.

Javier Retuerta Merino

No se me ocurre nada grandilocuente que poner...

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