Hölderlin. Hiperión. Hálito de poesía

Bienaventurados los genios, los visionarios, los idealistas. Bienaventurados aquellos llamados locos, pues de ellos será el reino de la Belleza.

Friedrich Hölderlin (1770-1843) fue un genio, un visionario y un idealista. Y fue, sobre todas las cosas, un poeta. Pero no fue poeta porque escribiera versos, eso, pese a ser ya algo hermoso, es apenas una ínfima consecuencia para quien vive la poesía. Pues poeta es quien poetiza, quien concibe la vida como un extenso, misterioso e inabarcable poema. Poeta es quien se admira ante la maravilla y el desgarro del mundo. Poeta es quien nace para la contemplación. No flota sobre las nubes, se sabe en la Tierra y sufre por ella. Poeta es quien respira universos y se expande, queriéndose desbordar algo de su interior. La poesía, tal vez.

«Hölderlin fue uno de los casos más claros de entrega de un ser a esas fuerzas ocultas cuyos productos solemos denominar arte. Como Van Gogh, como Artaud, como tantos alucinados a los que una tensión infinita ha llevado a la locura». (Jesús Munárriz)

Friedrich Hölderlin en 1792.

Como todos los que se entregan, auténtica y verdaderamente, a una causa, la vida de Hölderlin se trazó sobre dos caminos paralelos que supieron complementarse: por un lado, su vida más mundana y su acercamiento al saber. Los estudios escolares en un seminario de Denkendorf, el descubrimiento de Klopstock y Schiller, los primeros poemas, los primeros amores. La lectura de Platón y el distanciamiento de la fe protestante, la salida del seminario en 1793, un breve trabajo como preceptor. Los cursos de Fichte, los viajes, los encuentros con Hegel o Goethe. La convivencia, en su mesa de trabajo, entre política, traducciones y poesía. El intenso amor con Susette Gontard. Los círculos intelectuales en sociedad y los círculos imaginarios en su mente. El ingreso, en 1805, a causa de la locura, en una clínica de Tübingen. Sus últimos años, en casa de un ebanista fascinado por su obra, las visitas de antiguos amigos, lectores, curiosos. Y su último aliento, «dulcemente, sin haber sostenido una lucha especial con la muerte», en 1843.

Por otro lado, siempre alerta, siempre presente; su revolución. Su sueño de establecer en el mundo una sociedad cuyo himno fuese la belleza y su bandera, la poesía. La poesía como nexo de unión y comunicación entre el arte, lo divino y los hombres. Muchos de sus contemporáneos (recordemos que nos encontramos en el periodo conocido como Romanticismo), ansiaban también cambiar la sociedad y crear un nuevo orden basado, principalmente, en un ideal estético tan profundamente bello y puro como irrealizable. Hölderlin, como ninguno de ellos, se mantuvo siempre fiel en esa incansable y apasionada búsqueda, en un viaje tanto literario como, fundamentalmente, vital, que llega a nosotros en forma de legado de lo que fue toda su dedicación y entrega, toda su vida: la historia de un joven entusiasta y comprometido que sacrifica su felicidad personal para hallar la forma de transformar el mundo que le rodea y habita. La historia de un hombre, hecho pensador, político, filósofo y literato, que cae en la desilusión al comprobar la imposibilidad de su hazaña y encuentra, al final de tan dura travesía, la calma de la única revolución pura y satisfactoria: la poesía. La historia de Hiperión.

«El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona». (F. Hölderlin)

Portada de ‘Hiperión o el eremita en Grecia’.

Escrita entre sus 22 y 29 años, Hyperion oder der eremit in Griechenland (Hiperión o el eremita en Grecia) se publicó, en dos partes, en 1797 y 1799. Su proceso de creación y escritura fue muy lento, al igual que su aceptación entre contemporáneos y sucedáneos. Ninguno de los textos de Hölderlin comenzó a tener eco hasta 1806, y fueron familiares y amigos del poeta quienes evitaron que cayesen en la indiferencia y el olvido. Nadie es profeta en su tierra. Tampoco en su tiempo.

Este año se cumple el cuadragésimo aniversario de la primera edición del Hiperión en España, por parte de una editorial que comparte nombre con dicho título y su protagonista. También este año la editorial cumple veinte años de la publicación de Claves para una lectura de Hiperión. Filosofía, política, ética y estética en Hölderlin, a cargo de Helena Cortés Gabaudan; una interesante y completa guía de lectura para quienes deseen, además de disfrutar con la belleza formal de Hiperión, entender mejor la esencia, desarrollo e intenciones de la novela.

El último poeta · Federico Infante · 2015 · Acrílico sobre lienzo
El último poeta · Federico Infante · 2015 · Acrílico sobre lienzo

Porque Hiperión es una novela. Una novela que adquiere en sus párrafos, al mismo tiempo, forma de ensayo filosófico, epístola y (¿auto?)biografía. Una novela en continuo movimiento tanto físico como intelectual, en la que el protagonista, Hiperión, recuerda y cuenta al personaje de Belarmino (que simboliza a todos los alemanes de sus días) ese largo viaje que ha sido su vida rememorando cada paso, cada subida y obstáculo, cada descubrimiento. En palabras de Helena Cortés Gabaudan, «el ermitaño Hiperión [el yo narrador] se pone a contar su pasado, pero no lo hace al modo de un espectador externo, sino que él mismo se involucra de nuevo en ese pasado [en el yo que actúa, el joven Hiperión], que le hace reflexionar sobre todos los temas que entonces ya le preocuparon». Temas como el amor (a través del personaje de Diotima), la amistad (a través del personaje de Alabanda), la libertad, Dios, la naturaleza, Grecia y su esplendor, la belleza o la muerte.

«¿Por qué estamos excluidos nosotros del hermoso ciclo de la naturaleza? ¿O es válido también para nosotros? Quisiera creerlo, pero hay en nosotros algo, la ambición irresistible a ser todo, que, como el Titán del Etna, brota enojado desde las profundidades de nuestro ser». (Hiperión o el eremita en Grecia)

El destino de Hiperión es el destino de un héroe o un profeta. El poeta es el sacerdote de una Naturaleza con mayúscula, pues hay que entenderla como divinidad. Las tres etapas que experimenta durante su viaje simbolizan tres etapas de la Historia; la Edad Dorada de la antigua Grecia (niñez), la Alemania de finales del siglo XVIII (madurez) y la Alemania postrevolucionaria (consumación de los ideales y plenitud). Hiperión, y a su vez Hölderlin, nunca se alejan, pues, de su misión, de su destino. Por ello toda su poesía, su filosofía, su novela; además de poseer belleza en la estética, contiene un pensamiento cuya meta se encuentra mucho más allá de la encuadernación de un libro. Y, de entre toda su obra, destaca Hiperión, su gran Obra. La Obra de una vida, de una entrega, de un destino. La Obra del sueño de un loco que supo ver y compartió lo que vio. Porque el poeta es el misionero de la poesía en el mundo. Contemplata aliis tradere.

Hölderlin. Hiperión. Hálito de poesía.

Andrea Reyes de Prado

«Lo que permanece lo fundan los poetas» (F. Hölderlin).
Humanista, curiosa, bibliófila, dibujante y extemporánea.

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