‘Héroes en el infierno’: testosterona y convencionalismo

Fotograma de Héroes en el infierno.
‘Héroes en el infierno’ homenajea a los bomberos muertos en el incendio de Yarnell Hill.

El arte es una cuestión de exigencias. Depende mucho de aquel que se enfrenta a la obra, de sus expectativas y sus objetivos. De este modo, se puede delimitar la función estrictamente artística del arte a aquellos que buscan en él una sacudida, una apertura de perspectivas. Los que no lo hacen encontrarán arte en piezas que distan de serlo por no adherirse a sus fundamentos. Aquellos que pretenden comodidad al dirigirse a una sala de cine podrán sentirse complacidos al ver Héroes en el infierno, la última película de Joseph Kosinski, que llega esta semana a nuestras salas. Siempre y cuando estén cómodos con un relato de marcada condescendencia de género.

Kosinski (Marshalltown, Iowa; 1974) debutó como director en 2010 con TRON: Legacy, aquella fallida secuela del clásico de ciencia ficción de Steven Lisberger. Tres años después dirigió a Tom Cruise en Oblivion, en lo que resultó ser otra película con recepción más bien mediana. De este modo, los precedentes tampoco hacían pensar que Héroes en el infierno, esta película que es más que nada un homenaje a los Granite Mountain Hotshots, los 19 bomberos fallecidos en 2013 en un incendio en Yarnell Hill, Arizona, pudiese constituir ningún hito cinematográfico.

Para su tercer largometraje como director, Kosinski contó con un guion firmado por Ken Nolan y Sean Flynn, siendo este último el autor del artículo de la revista GQ en que se basa el libreto. Además, dispuso de un espectacular reparto conformado por actores de la relevancia de Josh Brolin, Miles Teller, Jeff Bridges, Jennifer Connelly, James Badge Dale o Andie MacDowell. Sin embargo, la propuesta narrativa de la película no pasa de eso: es un homenaje ramplón a los bomberos fallecidos que pone en contexto la situación, contando sus últimos años de vida siempre con el foco puesto en los personajes de Eric Marsh (Brolin) y Brendan McDonough (Teller, que interpreta al único miembro de la brigada que sobrevivió al incendio).

Josh Brolin y Jeff Bridges.
Josh Brolin y Jeff Bridges pueblan un reparto plagado de estrellas.

El guion de la cinta raya en un convencionalismo absoluto, y adquiere con el paso de los minutos un tono didáctico y moralista que se vuelve insufrible. Los conflictos que crea entre los personajes no son más que pantallas de humo para acabar contando la verdadera tragedia y que, de este modo, el sufrimiento de los espectadores al contemplar aquello que ocurre sea todavía mayor. Como si la tragedia en sí misma no fuese suficientemente dolorosa. Además, reduce la profundidad narrativa (si es que se puede hablar de eso en Héroes en el infierno) a dos personajes de entre los 20 miembros del cuerpo, victimizando desde el principio al superviviente para que el espectador sienta alivio al verlo  salvo.

Héroes y masculinos

Por si todo esto fuese poco, Héroes en el infierno es una cinta que maltrata la perspectiva de género en época de fomentarla. Sus personajes masculinos parecen cortados todos por el mismo patrón: bomberos fuertes y rebosantes de testosterona que se debaten entre pasar tiempo con sus mujeres o dedicarse a su trabajo por completo. Los personajes femeninos, por su parte, representados fundamentalmente por Jennifer Connelly, aparecen de forma constante trabajando en casa o acompañando a sus maridos a fiestas de bomberos. En definitiva, podemos concluir que la película hace un flaco favor al movimiento feminista, ya no solo por aquello que cuenta sino por la forma que tiene de contarlo.

En el lado positivo, es cierto que la cinta de Kosinski está relativamente bien montada y que su puesta en escena tampoco chirría; es correcta y bastante limpia. La película funciona a nivel de entretenimiento, y es por eso que un espectador que no se aproxime a ella con cierta pretensión crítica quizá pueda disfrutarla sin muchas dificultades. Héroes en el infierno no tiene tono visual, ni busca conformarse una identidad a sí misma: es una cinta más de la factoría americanista de Hollywood, aquella dedicada a vendernos la moto de que lo que pasa dentro de sus fronteras goza de un misticismo que jamás podremos llegar a comprender. Todo ello rayando un simplismo que la convierte en nada más que un entretenimiento barato y exento de pretensiones.

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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