HAY COSAS QUE DEBEMOS COMPARTIR Y A FALTA DE ALGO MEJOR NOS TOCA COMPARTIR LA CULPA

 

El sonido de la lluvia tras la ventana acompaña las risas despreocupadas que visten una cena iluminada por ostentosos candelabros de la más fina plata. La velada no es como otra cualquiera. Es tan especial como puede serlo la celebración del compromiso de dos jóvenes pertenecientes a dos de las mejores familias de la alta sociedad británica de principios del S.XIX. Todo son brindis, risas, promesas y planes para el futuro; pero en mitad de la noche una llamada a la puerta de los Birling lo cambiará todo.

Hay obras que nunca pasan de moda. Son aquellas que tratan una serie de valores atemporales; valores que nos hacen reflexionar y pararnos a pensar hasta qué punto tenemos un compromiso con aquellos que nos rodean por el simple hecho de vivir en sociedad. El libreto de J.B Priestley es una de esas obras.

Después de viajar durante más de medio siglo por escenarios de todo el mundo el clásico Llama un inspector vuelve a Madrid. Lo hace en el Teatro La Latina bajo la dirección de José María Pou y con una muy cuidada escenografía llena de detalles y efectos que aportan realismo a la trama. En las interpretaciones hay de todo; el tono y los silencios de José María Pou, en el papel del inspector, y la autenticidad de los gestos de Carles Canut, que interpreta a Arthur Birling, son los puntos fuertes del reparto. Sin embargo, en el resto de papeles se echa en falta naturalidad en la entonación del guión.

En palabras del inspector Goole, “hay cosas que debemos compartir, y a falta de algo mejor nos toca compartir la culpa”. A eso nos invita esta representación; a compartir la culpa de pequeñas acciones cotidianas que podemos creer irrelevantes, pero de las que, como la familia Birling, nunca conocemos del todo el alcance.

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