‘A Ghost Story’: la hermosa parábola de despedirse eternamente

Imagen de 'A Ghost Story'.
'A Ghost Story' es el elogio de la sencillez.
Imagen de 'A Ghost Story'.
‘A Ghost Story’ es el elogio de la sencillez.

La cartelera se renueva todas las semanas. Cada viernes llegan a ella un puñado de películas, y, por qué mentir, la mayoría de las veces dejamos pasar a la mayor parte de ellas. Son accesorios a aquello que sí queremos ver. Puntos necesarios de apoyo. De vez en cuando, sin embargo, aterriza en las salas alguna gema cuyo brillo es imposible ignorar. Es el rotundo caso de A Ghost Story, el cuarto largometraje en solitario de David Lowery (tras St. NickUn lugar sin ley Peter y el dragón). Sumergidos en las monstruosas campañas promocionales de las grandes distribuidoras, es posible que el nombre de esta cinta no haya llegado hasta vosotros. Acercaos, vividla. No os arrepentiréis.

El cine habita tiempos en los que arriesgarse y probar nuevas formas parece una temeridad. Entre productos excesivamente amables, comedias masticadas y superproducciones benévolas con la historia, las cosas han terminado por estancarse. David Lowery, que ya había mostrado sus cartas con la fantástica Un lugar sin ley, agarra todo ese conformismo y lo transforma en una cinta transgresora, desnuda, dolorosa. Una película que, en su intimidad, lo trata todo: el amor, la muerte, la nostalgia, la soledad. Todo ello cubierto con un envoltorio de un preciosismo inaudito.

Lowery arriesga desde su propio punto de partida. Arriesga desde el formato. El director estadounidense elige un aspect ratio de 1.33:1, es decir, un formato prácticamente cuadrado. Además, le redondea las esquinas, para otorgarle una apariencia de fotografía Polaroid antigua, de recuerdo olvidado. Por supuesto, también trabaja en este sentido en lo referido a las texturas, buscando siempre desgastar la imagen, imprimirle una pátina granulada. Lo mismo ocurre con la selección de planos, a menudo abiertos y fijos, además de exageradamente largos. A Ghost Story trabaja su historia casi en fotografías que alcanzan, en muchos casos, los cinco minutos de duración.

En esas fotografías se desarrolla la historia de los protagonistas. La trama parte de la relación de un joven matrimonio que vive en una casa en lo que parece ser el extrarradio de una ciudad. Un día, él (Casey Affleck), muere en un accidente de coche. Ella (Rooney Mara), se ve obligada a afrontar la pérdida de su marido. Se ve obligada, además, a hacerlo sola, en una casa demasiado grande para ella. Sin embargo, el espíritu del hombre muerto regresa, días después, a su casa. Cubierto con una sábana con apenas dos agujeros negros en el lugar de los ojos y ajeno a las miradas de los demás, él vive observando el doloroso proceso que atraviesa su mujer, ahora viuda.

El poder de la atmósfera

David Lowery se las apaña para que el lentísimo ritmo que imprime a su cinta juegue a su favor. Todos sus planos, recreándose en sí mismos, envuelven al espectador de una forma casi visceral. Las sensaciones que recorren la casa en la que ya solo queda pérdida, en la que ya solo queda dolor, alcanzan al espectador con la nitidez propia de quien vive, no de quien solo observa. Todo en A Ghost Story es palpable. La generación de esa atmósfera asfixiante es el gran triunfo de Lowery. Y una vez tiene al espectador en sus manos, empieza a desatarse como una tormenta.

Fotograma de 'A Ghost Story'.
La elección del formato es uno de los aspectos diferenciadores de ‘A Ghost Story’.

Si la primera mitad de la cinta es una introducción sigilosa y atmosférica de las sensaciones a tratar, la segunda es una tormenta poética de poderosísimas dimensiones. Cuando Lowery asume que el espectador acepta sus términos, se deja llevar. Se imbuye de su propia parábola, que lo cubre todo. A Ghost Story es una de esas películas tan poco cerebrales que basta con someterse a la narración, con dejarse llevar, para sentirla propia. Y no es difícil hacerlo. Todo colabora en ese sentido. Los cuadros que diseña Lowery, dibujando dos mundos de luz y oscuridad. La escalofriante selección musical de la banda sonora, coronada por I Get Overwhelmed, del grupo americano Dark Rooms. Todo confluye, como en un huracán que absorbe todo lo que lo rodea.

Este viernes llegan al cine unas cuantas películas. Quizá algunas de ellas merezcan la pena. Pero la que no podéis dejar de ver, bajo ningún concepto, es A Ghost Story. Nunca se sabe cuándo volveremos a encontrarnos con una cinta de tal belleza, de tal poder poético, de tal atemporalidad.

 

 

Adrián Viéitez

Periodista cultural y deportivo. Dulce y diáfano. Autor de 'Espalda con espalda' (Chiado Ed., 2017). Escribo para salvarme de mí mismo.

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