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Foals y su rock de moda se quedan cortos

Muchos ya se atreven a vaticinar que con Foals puede que estemos asistiendo al origen de una de las grandes bandas de la década. Y no es para menos. Los de Oxford sólo cuentan con 4 álbumes a sus espaldas, pero ya agotan las 6.000 entradas del formato El Ring del antiguo Palacio de Deportes de Madrid (ahora Barclaycard Center) y se les confirma como cabezas de cartel en alguno de los mejores festivales europeos como en Reading & Leeds o en el Bilbao BBK Live.

Foto: Live Nation
Foto: Live Nation

Los ingleses regresaban este sábado a Madrid, tan sólo 4 meses después de su última actuación en el Festival Dcode de Ciudad Universitaria, y ofrecieron un concierto prácticamente calcado a este último. Sin duda, se echó en falta una propuesta más arriesgada, más provocadora e interactiva para una banda que aspira a llenar los escenarios europeos en los próximos años. Si bien tienen canciones que funcionan muy estupendamente en directo y que conectan con una gran parte del público (los brazos en el aire, los continuos saltos y las partes coreadas en My number y What Went Down dan buena muestra de ello), se echó en falta más pasión para una banda con cuatro discos, que apenas llegó a los 90 minutos de actuación y quince canciones.

 

El potentísimo final de Death, la canción de la banda estadounidense Viet Cong, seleccionada a la perfección para sonar por la megafonía del Palacio de Deportes mientras las luces se apagaban y la oscuridad inundaba la sala, dio paso a los primeros ritmos de batería de Snake Oil, el también potente sexto corte de su último trabajo What Went Down (2015). Uno a uno, todos los componentes de Foals fueron apareciendo sobre el escenario, que estaba cubierto por una enorme lona con una figura humana, representada sobre un fondo de árboles y ramas. El éxtasis ya era colectivo, sobre todo cuando arrancaron los primeros acordes de Mountain at my Gates, otro de los temas de su último disco, uno de los más celebrados del concierto, y que demuestra el paso adelante que ha dado la banda en cuanto a complejidad a la hora de componer su música y, en especial, sus letras.

 

Olympic Airways supuso una vuelta a los orígenes más indies de su primer trabajo, Antidotes (2008), antes de dar paso a My Number, su canción más conocida, que recuerda a los grandes temas del pop de los 80, con todos esos «uuhs» tan efectistas, y que fue la más disfrutada por la gran mayoría del público. Hasta ese momento, el ambiente estaba siendo intenso, la banda estaba entregada y el repertorio era muy disfrutable. Pero con Balloons y ese horrible estribillo («we fly ballons on this fuel called love…»), seguida de Birch Tree, uno de los temas más insulsos de su último álbum y la melancólica, pero muy disfrutable, London Thunder, el concierto dio un bajón en cuanto a entusiasmo y exaltación.

 

El espectacular final math-rock de Providence, canción de Holy Fire (2013), su tercer disco de estudio, fue el nexo de unión perfecto que dio paso a Spanish Sahara, su tema más emocionante e hipnótico, que siempre está fijo en sus repertorios y que fue recibido con una gran ovación. Un público, que se mantuvo en un respetuoso silencio durante los casi 7 minutos de crescendo, pero que reveló los estragos que la enorme gira de la banda ha hecho en la voz de Yannis Philippakis. A partir de ahí, llegaba el momento de encarar el final del concierto, del que no había transcurrido ni una hora. Late Night, A Knife in the Ocean e Inhaler pusieron el toque de rock necesario antes del bis, en especial esta última, que cumplió con la misión de dejarnos con ganas de más.

 

Yannis, Edwin, Jimmy, Walter y Jack no tardaron en volver a aparecer por el escenario para dar paso a What Went Down, la canción que da título y con la que comienza su último trabajo. La fuerza y la energía del tema hacen que sea perfecta para el directo y para el momento “baño de multitudes” del cantante, -que hoy en día parece tan necesario en toda banda de rock que se precie- quien se lanzó sobre los espectadores para goce de las primeras filas. Con una alargada y distorsionada Two Steps, Twice se despidieron del público madrileño que, con toda razón, dio la sensación de quedarse con la miel en los labios.

 

Que no se preocupen aquellos que se quedaron con ganas de más, seguro que su rock de moda regresa pronto a Madrid.

 

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