Mireia Pérez, la dibujante «salvaje»

La muchacha salvaje

“De vez en cuando todos necesitamos reencontrarnos con nuestra parte animal”, dice la dibujante Mireia Pérez (Valencia, 1984). En ocasiones, explica, “es suficiente con dar un paseo por un bosque o bailar un poco”. Pero otras veces esa búsqueda implica un viaje más trepidante, y también más doloroso; una huida campo a través como la que emprende “La muchacha salvaje”, la protagonista del proyecto de novela gráfica con el que esta valenciana ha ganado el premio internacional Fnac-SinsEntido, y cuyo primer episodio, “Nómada”, ya está a la venta. La ilustradora, que también se define como «diseñatriz», ha dicho alguna vez que este galardón, que recibió justo cuando se acababa de quedar en paro, le salvó la vida.

A lo largo de 112 páginas, esta muchacha salvaje, que tiene quince años, se dedica a lo que todas las quinceañeras: pelear con el mundo que la rodea, en este caso, una tribu prehistórica. Y, aunque esta palabra, “prehistórica”, nos pueda evocar danzas de piernas sin depilar en torno al fuego, Pérez nos recuerda en sus viñetas que todas las civilizaciones, incluso las más primarias, se lo han puesto difícil a los que se negaron a abandonar su parte animal. Es decir, a los que no renunciaron a ser libres.

“La muchacha salvaje” opta por esto último, aunque le cueste dejar atrás a los suyos y adentrarse en un camino muchas veces hostil, en el que habrá de luchar contra hombres y mujeres, porque Pérez y el personaje que ha creado, pese a ser feministas, no creen en esa idea de que el mundo iría mejor si estuviera en manos femeninas. “¡En absoluto!”, niega la artista, “sería igual de desastre que cuando dejamos que los hombres gobiernen solos”.  

A esta saga le quedan aún dos volúmenes para concluir, que su autora confiesa que todavía tiene que “dibujar y pensar”, sin saber hasta dónde le llevarán. Pérez define su método como “Dibujar sin red”, que es también el nombre de la exposición que hasta el 10 de enero le dedica el Fórum de la Fnac de Castellana de Madrid, un acercamiento a lo que ella misma ha resumido como  “un proceso de trabajo salvaje que discrimina los miramientos y el acabado perfecto, y en el que predomina la musicalidad, la gestualidad y el ritmo”.

La dibujante lo atribuye al tiempo limitado del que dispone  -“no puedo pararme a estructurar la página y el ritmo de una manera milimetrada”, cuenta-, pero también a su forma de ver las cosas. “Me gusta cambiar de estilo dependiendo de las historias que cuento. No me gusta hacer siempre lo mismo”.

Otro de los atractivos de «La muchacha salvaje» es que cuenta con su propio making off, un blog en el que la historietista explica algunos de los pormenores de su trabajo, ilustrándolo con imágenes y vídeos como éste.

“A mí me sirve como memoria. Pero sé que a otras personas les es útil también. A veces compartir las ideas ayuda a liberar el proceso cuando este está estancado y a otros la lectura les anima a trabajar”, detalla Pérez.

Y más trabajo, precisamente, es lo que ella le reclama a la industria editorial española. “Vivimos tiempos difíciles y a pesar de esto la gente cada vez quiere leer más y más tebeos. Esto está cambiando y creo que es una señal que no debería pasar inadvertida para editores, distribuidores y librerías”.

Pérez siente que todavía le “queda una barbaridad de territorio por descubrir» dentro de la disciplina del cómic, y recuerda que siempre se vio publicando sus propias historietas, dirigiendo sus “propias películas”, bailando sus “propias coreografías” y pilotando sus “propios aviones”. “Siempre hay que imaginarse haciendo lo que a uno le gustaría hacer para averiguar qué pasos debe seguir para llegar hasta ese propósito”.

«La muchacha salvaje: 1. Nómada» tiene 112 páginas y está editado por SinsEntido

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