Un gran ensayo sin expectativas

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En la obra que nunca se llegará a representar, un repartidor de fruta llamado David Lavirgen (no es un apellido ficticio) está solo en mitad de un escenario y en calzoncillos (de Superman). Desnudarse ante un público es uno de los pasos más difíciles para convertirse en actor, le ha dicho Andrés García, en el papel de técnico de sonido y luces, que, al haber visto allí al frutero durante el descanso, le ha parecido oportuno probar con él algunas escenas. Pese a la vergüenza y a la inexperiencia como actor, Lavirgen se arriesga y promete que a la de tres se baja los calzoncillos. Justo a punto de quedarse como Dios le trajo al mundo, irrumpe la actriz Cristina Simarro, vestida de limpiadora y barriendo un poco agitada. Es con ella con la que tiene que representar las escenas de amor y sexo que le manda el técnico Andrés García. Chemari Bello, en el papel de un regidor homosexual, aparece con un móvil y la mano en el pecho, que se topa con el frutero, aprendiz de actor por casualidad. Al público, esta vez, se le ha dejado pasar al ensayo general en el Teatro Galileo de Madrid.

Aunque la obra que prepara la compañía Mamá Quiero Ser Artista no se llegue a representar jamás, su Ensayo general con público es al menos un intento que fluye como un verdadero y agobiante pase de prueba. El director de este ensayo es también el protagonista en la función, David Lavirgen, cuyo papel de repartidor de fruta que aparece de súbito en el descanso del ensayo de una obra, lo hace tan creíble como sentimental. Y a veces, y de repente, Lavirgen deja de ser el frutero y se vuelve director cuando se mosquea con los fallos de sus compañeros al no entrar en escena a su debido tiempo, como por ejemplo Cristina Simarro, que debía salir cuando Lavirgen está tirando del elástico del calzoncillo y cuenta dos y ella se retrasa; o cuando no sabe colocarse en las clásicas marcas en equis sobre el escenario. Parece una locura excitante esto de estar en el making-of de una obra de teatro. Tres son los consejos que se dan al público, como tres pastillas para sumergirse en este bucle de historias: No tener expectativas, dejarse llevar y creer.

Creer que lo que se ve es un ensayo de verdad. Que estamos ante una historia, como ellos han dicho, realmente ficticia. A veces, si el realismo en el teatro está bien logrado, hace que tu conciencia, que sabe que está contemplando una mentira, dude de ti y se plantee de vez en cuando: ¿y si fuera cierto? De primeras, sabemos que Ensayo general con público está ensayado para ser una representación. Pero la naturalidad de Lavirgen, que tiene cierto parecido con Bruce Willis, acaba transmitiendo al público que esto podría ser realmente un ensayo sobre una obra de dudoso intento de representación. Una realidad completamente de mentira.

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David Lavirgen, aunque al principio un poco dubitativo, acepta ayudar al técnico, que le habla con una voz profunda, como desde un lugar recóndito, aunque luego nos damos cuenta de que ese señor está en una esquina del escenario, con su barba y sus gafas (Andrés García), la pinta como la del humorista Eugenio y el tono a lo Roger Wolfe, entre afectado y poderoso. García es quien le va indicando al frutero una serie de papeles prototípicos para que los vaya representando, como en un casting. Escenas de trisensayo-general-con-publico-cartel - copiateza, de amor, de sexo, de humor, de llanto; y todo al son de clásicas bandas sonoras del cine universal: Stars Wars, El padrino, Forrest Gump, El golpeEl último MohicanoE.T.Terminator, El Show de Thruman, etc. Al final, esto es casi como un regalo para el repartidor de frutas. El público conecta fácilmente con él porque es el sueño de todos: poder estar y representar una escena de nuestra película favorita.

El sonido lo dirige el técnico Javier Hernández, quien además controla ‘el cielo del teatro’, las luces, que son realmente las que marcan los momentos en los que, por un lado, estamos en la obra que se ensaya, y, por otro, en el Ensayo General con Público. El montaje, austero, es eficaz para reflejar la realidad de un pase de prueba. Un sofá, un perchero con algo de ropa, un cofre, unas sillas. Nada más.

Los soliloquios de Lavirgen se interrumpen a veces por el actor Chemari Bello, que provoca la risa de inmediato con sus intentos de representar con credibilidad a ese regidor homosexual, que a veces le cuesta y anda obsesionado con pintarse la cara con tizne, a lo Rambo, como un método teatral que le ayuda. Las escenas de amor son para la actriz Cristina Simarro, muy sensual y provocativa con su vestido negro ajustado, que se sienta en el sofá junto a La Virgen, excitado y todavía en calzoncillos (de Superman). 

Escena de la obra Ensayo general con público

Suenan, cómo no, las míticas B.S.O de Ennio Morricone en una de las escenas del final, porque en este bucle de metateatro hay varios finales, o varios intentos de terminar, que es el momento en el que el público se da cuenta de que este ensayo sin expectativas, que se ha dejado llevar y que ha creído en sí mismo sin límites, sería imposible de representar. Sobre todo porque como mero ensayo, la obra ya es la Virgen de buena.

FICHA TÉCNICA

Obra: Ensayo general con público
Dirección y guión: David Lavirgen
Reparto: David Lavirgen, Chemari Bello, Cristina Simarro, Andrés García
Sonido e iluminación: Javier Hernández
Vestuario: Natalia Cieza
Diseño gráfico: Cristina Cayarre y Sergio Yorka
Lugar:Teatro Galileo de Madrid
Cuándo: Desde el 11 de diciembre

 

Antonio F. Jiménez

Periodista. 1992. Bullas (Murcia). Vivo en Madrid y curso el máster en periodismo cultural de la Universidad San Pablo CEU. Siento nostalgia por los hombres del tiempo, como José Antonio Maldonado o Paco Montesdeoca, y por la antigua sintonía de Informe Semanal. Me gusta el olor de los caldos y el rancio de los libros viejos.

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