Elígeme calzado para esta travesía

 
Dos poemas, dos cascos, dos pantallas de televisión que te evaden, hacen que perpetres esa barrera del sentimiento. Te llaman, te incitan, te ahogan, te agobian, te chocan. Y quieres más, porque por muy agobiante que sea el poema y sus imágenes al final quieres más. Como ese ser humano masoquista al que le gusta el dolor. Como ese ser humano que vive en la sociedad actual.
 
La sociedad actual, donde todos salen heridos pero nadie se atreve a pronunciar esas palabras que llevan dentro desde hace mucho. Y dejan de confiar. Confianza. Así se llama uno de los poemas, el más hiriente, el que te deja a merced de la voz que susurra el poema. Un sofá, una pantalla y unos cascos. Solo para una persona. Solo tú frente al peligro, la voz y la imagen. Dos jóvenes sentados en una cama. Dos puntos de vista. Dos cámaras que lo filman. Ella con los ojos tapados, él le da de comer. Sopa. Porque la sopa es la comida por antonomasia del invierno. Él la guía. Ella se deja. Ella confía, ha depositado toda su confianza en él, queda a la intemperie como un perrito abandonado. A merced de otra persona. Él se lleva consigo ese peso. El peso de que alguien deposite toda su confianza en ti. El saber que tienes todo el poder. Es como esa historia de amor en la que uno cuida del otro. Recíproco. Mutuo. Solemne. “Elígeme calzado para esta travesía, no lo cuestionaré”. Anulada. “Tengo hambre y me la quitas diciendo que no es hora de comer”. Sumisa. 
 
Un poema interno que te atrapa, te ves a ti mismo y te reconoces. Pero a su vez no. Es el poema personal de otra persona que haces tuyo.
 
El otro, “Lo aprendido” es la dicotomía de esta pareja de artistas. Pareja de arte, pareja sentimental. Una escribe y narra. El otro graba. Juntos editan. Una relación de pareja artística que se complementa uno a otro. Al fin y al cabo confían el uno en el otro. Como el primer vídeo. Dos grabaciones con “sobrevivir al invierno” como tema principal, sobrevivir al frío, poner el mundo por montera y seguir adelante. Pase lo que pase.

Tan solo un par de auriculares para cada vídeo. La pareja se separa, se vuelve independiente, individual, divisible. Pero dos grabaciones que se completan al escuchar y ver ambas. Te recreas en tu mundo, en lo que cada vídeo te hace sentir sin pensar que tienes gente alrededor en la misma sala. Te olvidas de la otra sala, de la otra grabación. Esa grabación que esta escuchando de manera solitaria alguien más. Termina el individualismo para volver a la dicotomía de ser dos. Porque no somos nadie sin el otro. Sin olvidar que el tener pareja no significa ser una persona y hablar de “nosotros” en vez de una manera individual. Extraño. Lógico. Normal. Pero se nos olvida.

“Me dejo y esto es el fin del mundo, me vas construyendo un abrazo caliente lleno de todo lo mejor. Anoche soñé que sabía volar. Sobrevivir al invierno, nuestro único objetivo”. Al tiempo que se quita el pañuelo de los ojos. La confianza ha surtido efecto. Vuelve a ver. Vuelve a ser ella. Han sobrevivido al invierno. Juntos. Ha pasado el frío. Y te preguntas ¿qué pasará en primavera? Quieres más, quieres saber. Ponte a caminar la primavera. Es tu camino, es tu reto. Sobrevive a tu primavera.

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