Las pesadillas de M83 en Nunca Jamás

Algunos niños dan miedo. Lo sabían todos esos escritores y directores de cine que alimentaron nuestro temor a esos locos bajitos con obras como El exorcista (William Friedkin, 1973) y El pueblo de los malditos (John Carpenter, 1995) , y lo sabe también el francés Anthony González, el hombre que se esconde tras el proyecto musical M83, que se vale de unos críos algo esotéricos para promocionar su nuevo sencillo, ‘Midnight city’. Dicen que es lo mejor del recién lanzado Hurry up, we’re dreaming (29 de septiembre de 2011).

 

Un álbum doble, éste, que llega en un momento en el que, como tantas veces sucede, M83 disfruta de más popularidad que nunca entre el público español, pero no cosecha las excelentes críticas de anteriores trabajos como Saturday=Youth.

Los habitantes de esta «ciudad de medianoche» huyen de lo que parece un internado para niños extraordinarios, que, en la línea de Nunca me abandones (la novela de Kazuo Ishiguro adaptada al cine por Mark Romanek en 2010), recupera un lugar común en casi todas las distopías: los especiales -los más listos, los más sensibles, los más creativos- están condenados a terminar, de una forma u otra, apartados de la sociedad, muchas veces a la fuerza.

El clip mantiene la imagen corporativa con la que tan bien se ha sabido vender M83 en sus videoclips: un cásting de jóvenes rubios y pelirrojos con pinta de no resistir unas vacaciones en Torrevieja, una fotografía casi exquisita, algún elemento paranormal y una atmósfera de rebelión adolescente con la mínima presencia adulta posible que case bien con el tono épico de sus canciones.

A diferencia de los ni-nis que calientan el sofá de los reality shows de las generalistas, los cachorros de M83 se han levantado una vez más en armas.

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