La desdicha de la infelicidad

LOS HIJOS SE HAN DORMIDO

El dramaturgo argentino Daniel Veronese no responde a ninguna de las preguntas que se plantean en Los hijos se han dormido, la versión actualizada de La gaviota de Anton Chéjov. La obra lleva representándose desde el diez de octubre en las Naves del Español, en el Matadero (Madrid). De la misma forma que el clásico escritor y médico ruso no se entromete con juicios morales sino que mantiene la visión propia de un científico. Desgrana, muestra, plantea pero no interpone sus sentimientos o su ética de por medio, deja que el espectador reflexione. Los actores pululan por el escenario, charlan entre ellos, ríen, saludan a gente del público, parecen inquietos. No hay ningún telón que pueda esconder sus nervios, se encuentran allí mismo, a punto de comenzar. Los espectadores entran en la sala y se van acomodando en sus asientos. Los intérpretes se colocan y se van metiendo en el papel. Todavía no ha empezado la obra pero realmente merece la pena ver de cerca esa metamorfosis de la realidad a la ficción.

La trama gira en torno a la confusión y la infelicidad que sufren los personajes. Todos están insatisfechos y lo reflejan con sus descarnados diálogos. Un grupo de actores e intelectuales que sufren por no ser quién en realidad les gustaría ser. Cada uno de ellos anhela algo pero no lo consigue. Actúan sin pensar y se destruyen mutuamente, aniquilan sus deseos sin saber por qué. Todo esto sin ningún elemento arcaizante que recuerde a la Rusia del siglo XIX, momento histórico en el que se sitúa la obra original. El director argentino ha querido mostrar una historia adaptada a nuestro tiempo manteniendo el cinismo y el sentido del humor de Anton Chéjov

El ritmo es frenético, no hay ninguna pausa. El espectador solo se da cuenta de los saltos en el tiempo por alguna alusión en el diálogo. Esta fugacidad podría ralentizarse pero el excelente elenco de actores consigue mantener la atención del espectador de principio a fin. La trama se desarrolla entre bastidores y es allí donde se concentra todo el drama de este grupo de desdichados personajes. Malena Alterio se mete como solo ella lo sabe hacer en la piel de la melodramática Mascha. Pablo Rivero es el trágico Konstantin Treplev, hijo de la Bette Davis rusa, Irina, interpretada por una magistral Susi Sánchez. El resto del elenco lo componen actores de la talla de Diego Martín, Miguel Rellán, Marina Salas, Ginés García Millán, Malena Gutiérrez, Alfonso Lara y Aníbal Soto.

Hora y media de función que merece la pena ver. Ésta es la tercera vez que Veronese adapta una obra de Chéjov. Y no descarta caer en las garras del dramaturgo ruso una cuarta para adaptar Platonov. Los hijos se han dormido permanecerá en las Naves del Español hasta el nueve de diciembre. 

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