Don Giovanni abucheado en el Real

Don Giovanni celebra una fiesta de máscaras.

El clásico Don Giovanni llega al Teatro Real de la mano del ruso Dmitri Tcherniakov. Unos días después de su estreno ya había colgado el cartel de entradas agotadas. La pasión por una de las óperas más famosas de Mozart ha hecho que las filas del teatro se llenaran de personas que abuchearon y gritaron con indignación la puesta en escena, a la orquesta y la representación.  

Dmitri Tcherniakov (Macbeth, 2012) es uno de los directores vanguardistas de Rusia más conocidos en el panorama artístico internacional. Quizás por eso había tanta expectación cuando llegó la noticia de que el Teatro Real de Madrid acogería la adaptación de un Don Giovanni contemporáneo. Esta representación cobraba aún más importancia cuando se daba a conocer que Ainhoa Arteta (Donna Elvira) debutaba por fin en dicha sala. Interés, emoción y curiosidad se respiraba en las taquillas semanas antes de comprar la entrada. 

No me voy a andar con rodeos. ¿El resultado? Sí, ha sido pésimo. Seré directo. La puesta en escena, aparte de ser muy forzada, muestra una escenografía fija que recrea el salón de una casa burguesa, con boisserie incluido. De ahí que, cuando al final de la actuación salió el escenógrafo a saludar, el público gritase: «¡Vaya tomadura de pelo!». No mucha mejor suerte corrió Russel Brown, protagonista de la ópera que, más que representar a un seductor, parecía un alcohólico maleducado que bien podría ser un personaje secundario de la saga Torrente

«¡Pobre Mozart, gritó un espectador antes de finalizar la primera parte. Protestas y silbidos rompían el silencio de la sala que cambiaba de escena con fuertes y rompedoras caídas de telón. Sobre él se proyectaba el paso del tiempo dentro de la ficción que, en lugar de trascurrir en veinticuatro horas, se alarga a dos meses recogidos en tres horas y media de representación. 

El vestuario resultaba pobre y sin estilo. Igual podíamos encontrar a una Donna Anna (Christine Shäffer) con un traje de falda y chaqueta de un color estridente para la vista o a una Donna Elvira (Arteta) con un gorro de lana y una chaqueta de plumón que más bien parecía ir disfrazada de vagabunda. 

No defiendo al público ni apoyo la obra, pero he de decir que creo que los gritos proferidos al coro o a su director son un sin sentido. Las voces y la música son buenas. La forma de presentar el argumento, la escenografía, la adaptación, el vestuario y ciertos rasgos de la interpretación hacen de esta puesta en escena un fracaso absoluto, eso sí. Lo curioso es que nadie abandonó la sala enseguida sino que, acalorados, se quedaron dentro  discutiendo y difiriendo en opiniones. 

Aunque Mozart ya está muerto, quiso dar vida eterna a un Don Giovanni que, tras su debut, Tcherniakov ha vuelto a enterrar. Cierto es que la ópera es un género muy vivo y pasional (claro que pagando el dineral que se paga por ir, no me extraña). Ahora bien, y siendo sincero, el día de su estreno el espectáculo no estuvo en las tablas sino en las gradas. Probablemente ahí se encuentra la agonía que muchos dicen que sufre este género musical.

 

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