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Juana Libedinsky pone el broche de oro al VI Máster de Periodismo Cultural

El pasado 20 de junio la VI edición del Máster de Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo despedía el curso 2013/14 con una madrina de excepción, la colaboradora y corresponsal Juana Libedinsky. En el acto de clausura, celebrado en el Salón de Actos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación y que contó con la participación de la vicedecana de la Facultad, Mª Isabel Abradelo y el director del Máster, Ignacio Blanco, los alumnos recibieron sus títulos arropados por profesores del máster, familiares y amigos. Del evento se hizo eco la edición digital de El País en Uruguay, medio con el que este postrado tiene un convenio que ha permitido a varios de sus alumnos realizar sus prácticas tuteladas en el suplemento El País Cultural en los últimos años.

La madrina de la promoción, integrante del staff de El País Cultural desde hace más de diez años y corresponsal con sede en Nueva York, comenzó su lúcido discurso hablando precisamente de la fiebre de discursos de graduación que invade por estas fechas las universidades americanas. Continuó con sabias enseñanzas nacidas de su amplia experiencia en el periodismo y de las que solo se gestan a base de oficio y tampoco faltaron las anécdotas y encuentros con otros protagonistas de esta profesión, como el joven fotógrafo argentino Sebastián Faena o el fallecido Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Finalmente, concluyó entregando el testigo a los recién graduados: «Podría recordar muchísimas otras lecciones de vida aprendidas, pero creo que es el momento de que ustedes encuentren las suyas».

Antes de disfrutar del cóctel en el jardín de la Facultad, donde alumnos, familiares, amigos y profesores compartieron vivencias, expectativas, destinos, proyectos y planes de futuro, dos de los alumnos del máster, Francesco Scagliola y María Gregorio, dedicaron unas palabras a sus compañeros y recordaron los mejores momentos vividos durante el curso. Nueve meses de trabajo e intensa convivencia que culminaron el pasado mes de junio con el Trabajo Fin de Máster y en los que los alumnos han podido realizar sus prácticas en prestigiosos medios y emblemas culturales como el Instituto Cervantes, el suplemento ICON de El País, Agencia EFE, El Economista Pentación Espectáculos, entre muchos otros. Ahora ya, con los deberes hechos, y preparados en las casillas de salida (profesional), comienzan la verdadera carrera de sus vidas.

Discurso de Graduación – Máster en Periodismo Cultural

Por Juana Libedinsky

UNA FIEBRE invadió las últimas semanas a EEUU. Y no fue –ni lejanamente- la del Mundial. Fue la fiebre de los Commencement speeches, o los discursos de graduación de las escuelas y, sobre todo, universidades.

Hay antecedentes célebres que ya están en todas las antologías, formales e informales. Kennedy en Harvard en el ´47; Steve Jobs en Stanford, 2005; David Foster Wallace en Kenyon College, 2003. Este año echaron a la editora del diario The New York Times, Jill Abramson, y un par de días después dio, igual, su discurso para los graduados de la Wake Forest University. Es un honor que bajo ninguna circunstancia se suspende. (Y creó mucha expectativa respecto a qué indiscreciones iba a deslizar sobre su partida de la venerable Dama Gris, como se le llama al Times).

En la era digital, algunos discursos de graduación de inmediato se vuelven virales -aunque no hayan sido muy aplaudidos en vivo. Otros se convierten en charlas TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño), o en el germen de un best seller. A veces se dan situaciones curiosas. En 1997 Anne Schmidt, iba de camino al Chicago Tribune, donde era columnista, cuando vio a una chica tomando sol al borde del lago. Pensó “ojalá esté usando protector, porque a su edad yo no lo hubiera usado”. Cuando llegó al diario, escribió su columna como si fuera un discurso de graduación, dando sus profundos consejos sobre la vida a los jóvenes. El ensayo empezaba y terminaba haciendo referencia al uso de pantalla solar. El éxito fue inmediato, al punto que el director Baz Luhrmann, que estaba filmando su versión de Romeo y Julieta en Australia, escuchó hablar de él y lo usó para la música que terminó siendo el leitmotiv de la película. “Everybody is Free to Wear Sunscreen” es el nombre del tema, y estuvo en lo mas alto de loscharts pop internacionales. Pero lo interesante fue que la columna original comenzó a ser adjudicada, por su estilo y seducción, al famoso escritor Kurt Vonnegut; se llegó incluso a afirmar que había sido su discurso de graduación para los alumnos del MIT. Harta, Schmidt llamó por teléfono al autor de Matadero cinco, quien le dijo que estaba muy contento de finalmente conocer a su alter ego. Porque hasta su mujer le había regañado por haber dado una conferencia de graduación en el MIT sin avisarle.

Pero la realidad es que la mayor parte de los discursos de graduación no se asemejan a los de los grandes de la literatura. Son bastante aburridos, o, al menos, repetitivos. Tal es así que una revista sacó un bingo de los discursos de graduación. Se trata de una plantilla como la del juego de lotería, sólo que en vez de números cada casillero tiene algún lugar común de los que dicen los conferencistas en estos acontecimientos.

Nunca fallan: “Hoy es el primer día del resto de vuestras vidas”“Sigan sus sueños/pasiones/impulsos”; “no teman al fracaso”“nunca dejen de aprender”. El primer graduado que escucha todas las de la plantilla tiene que gritar ¡Bingo! El juego ya existe, naturalmente, en un app para iphone.

Yo estoy honradísima de estar aquí, y voy a intentar evitar los clichés del mencionado bingo. Aunque hay uno que no puedo resistir:“Soy la última persona en el mundo que se imaginaría dando consejos”. Fiel a esto, me voy a limitar a enumerar un par de cosas que creo que debía haber sabido antes de iniciar mi carrera. O quizá fueron cosas que yo intuía, pero hasta que no las escuché en palabras de otros no me di cuenta de su importancia.

Primero voy a citar a Sebastián Faena. ¿Cómo? ¡No veo grandes caras de reconocimiento y emoción ante su nombre! Sé que una de las razones por las que me invitaron a enseñar años atrás en esta universidad es porque me pasé al menos la primera década de mi carrera entrevistando a los grandes referentes del pensamiento contemporáneo, e incluso escribí un libro al respecto sobre el caso de los intelectuales británicos. Y si voy a repetir lecciones de vida, lo natural sería que me refiera a lo que me dijeron los grandes maestros.

Pero Faena, un fotógrafo argentino joven, que está haciendo una carrera internacional extraordinaria, en una entrevista reciente me dijo unas palabras que les pueden servir:

“Pude hacer la carrera que hice porque cuando empecé era un inconsciente desfachatado. Hoy no lo soy tanto y no sé si podría repetirlo. Cuando sos muy joven tenés esa mezcla de inocencia y seguridad ridícula que te lleva a golpear las puertas a las que después no te animarías. Si sentís que tenés talento y que lo que haces es muy bueno, es importante aprovechar ese momento y no dejarlo pasar. Ahí es cuando podés conquistar. Uno creería que cuando se es más grande se tiene menos miedo, que nada importa tanto y que nada es tan grave. Pero es todo lo contrario”.

Así que dado que ustedes están en ese momento de desfachatez, aprovéchenlo. Después la experiencia les dará otras cosas.

Dejando atrás a Faena, vamos a los nombres fuertes. Por ejemplo García Márquez, recién fallecido. Aprovechando que tuve la suerte de recibir una beca para hacer un curso de periodismo narrativo con él y otros grandes de la literatura latinoamericana contemporánea, aquí les cuento lo más importante que le escuché decir. Una pequeña corrección: Lo único que me acuerdo que le escuché decir. Me explico: por Internet, tras su fallecimiento todos los periodistas colgaron en Facebook fotos con él. Yo no tenía ninguna, pero mis compañeros de esa beca colgaron varias, en todas las cuales aparezco con la mirada perdida, usualmente dirigida en el techo del aula. Resulta que teníamos que desarrollar una investigación periodística allí, en el lugar donde se desarrollaba el curso, en Guadalajara, México, y la mía era sobre el tequila chafa (o falsa, que en ese momento se importaba de Corea a todo Jalisco). Me tomé el tema, literalmente en serio, con lo cual no estaba en las mejores condiciones para asistir a clase a la mañana siguiente, pero hubo una reflexión suya muy simple que hasta logró sacarme del sopor etílico.

Dijo que nadie está tan interesado en uno mismo como uno mismo. Entonces, cuando uno termina de escribir un texto, tiene que leerlo con detenimiento. Y si se aburre en cualquier momento, frenar y cambiarlo. Porque si es aburrido para uno que está tan interesado en uno mismo, tanto más aburrido va a ser para cualquier otra persona interesada menos en uno. Y si no se seduce al lector, aunque el mensaje sea valiosísimo, es difícil que les llegue.

Otro consejo de un grande es de Nassim Taleb, quien escribió, en 2007, tras la caída de Lehman Brothers, El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable. El Sunday Times británico lo llamó entonces «el pensador más caliente de la actualidad» y el New Yorkerlo definió como «el principal disidente de Wall Street… que es a la sabiduría convencional de los mercados lo que Martín Lutero fue a la Iglesia Católica». Pero una persona tan de avanzada y rompedora de reglas, curiosamente, terminó dándome una máxima hiperconservadora para la vida cotidiana y profesional. Dijo: hay que ser extremadamente prudentes con las cosas que no entendemos y que no podemos predecir. Ante la duda, hay que hacer lo mismo que la humanidad ha hecho desde siempre, algo que hacen las manadas de elefantes: siempre llevan consigo a un elefante viejo, porque ellos pueden recordar.

En una carrera como la nuestra donde siempre hay que ser de avanzada, reinventando lo que hacemos e incluso reinventándonos a nosotros mismos para mantener la relevancia, es bueno saber que hay un momento donde parar, y mirar a lo que han hecho otros. Ellen De Generes, la actriz y conductora de TV norteamericana, fue citada en The New York Times por un consejo similar que dio a los alumnos en un Commencement Speech reciente. Decía: “Siempre sean originales, fieles a vosotros mismo, nunca jamás tomen el camino ya transitado por otros. Salvo que estén perdidos en un bosque tupido con animales salvajes y haya un sólo camino de salida; en ese caso sí, por favor, tomen ese camino ya transitado por otros”.

Por último, voy a citar otro Commencement Speech que fue viral, que se convirtió en best seller y todo lo demás. Lo dictó Neil Gaiman, escritor de novelas gráficas, ciencia ficción y de terror (autor de The Sandman), en la University of the Arts de Philadelphia.

Se titulaba “Make good art” (Producir buen arte), y su tesis era que, cuando una tiene la suerte de estar en una profesión creativa, es casi un imperativo moral el transformar, o al menos intentar transformar los sinsabores de la vida en buen arte:

«Cuando las cosas se ponen difíciles, ésto es lo que deben hacer: producir una buena obra de arte. Esposo se escapa con un político -produzcan buen arte. Pierna cortada y comida por boa constrictor mutante -produzcan buen arte. La impositiva te persigue -produce buen arte. Gato explotó -haz buen arte. Alguien en Internet piensa que lo que haces es estúpido o malvado o que ya fue escrito antes -escribe buen arte. Las cosas seguirán funcionando de alguna forma y eventualmente todo se arreglará, pero eso en realidad no importa. Hagan lo que saben hacer: producir buen arte. Háganlo en los días malos, y en los días buenos».

Los que estamos en profesiones creativas tenemos tantas desventajas respecto a otros -no se si ya notaron la diferencia de salarios con sus amigos abogados o controladores aéreos, por ejemplo- que el hecho de que nuestro trabajo nos de las armas para transformar lo malo en bueno (y lo bueno en mejor aún) es una ventaja extraordinaria.

Y en lo personal yo diría que hasta es algo paliativa. Por ejemplo, situaciones personales horribles que viví mientras pensaba qué buena nota podré escribir sobre esto, me hicieron encararlo de otra manera.

A todos les divirtió cuando conté en clase sobre mi último parto, en la calle, la noche de un huracán en Nueva York. En ese momento no pensaba, estrictamente, qué buena nota va a salir de esto. Mas bien pensaba: que alguien me consiga un hospital; en su defecto un médico, o un lugar seco. Pero sí es cierto que cuando tuve a mi gordito rubio en brazos, macizo y fuerte como un tractor, mentalmente ya estaba deleitándome sobre cómo iba a poder narrarlo.

Podría recordar muchísimas otras lecciones de vida aprendidas, pero creo que es el momento de que ustedes encuentren las vuestras. Les deseo toda la suerte del mundo —sí, lo veo en sus caras, es una de las frases del bingo—pero fue un verdadero placer tenerlos como alumnos.

Les deseo que disfruten de grandes maestros en la vida, famosos o no, y que tengan a todos sus bebés en lugares secos (definitivamente esto último no existe en ningún bingo). Va a ser un gran honor y un orgullo leerlos en esta profesión que tiene –como este lo es para mí— momentos maravillosos, y que empiezan a transitar ya.

Madrid, 20 de junio de 2014

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