Desafío en blanco y negro

Chico montando a caballo

Allá en el instituto, había un profesor de inglés que solía decir que los españoles y los irlandeses son los únicos europeos que pueden estar hablando entre ellos durante horas sin necesidad de haberse dicho el nombre previamente. Luego uno se va a Irlanda, esperando encontrarse rodeada de afables pelirrojos, y descubre que hay también otra realidad, la de los irlandeses desafiantes, los rebeldes sin y con causa, los gipsies.

A los últimos les retrata Charlotte Player en su exposición Gipsy Gold; que se muestra en la galería Espacio Valverde hasta el 10 de Diciembre. Estos nómadas –travellers, viajeros, les llaman- se dedican a la trata de caballos. Viven en carromatos y se desplazan de feria en feria; el animal, uno más de la familia, tal vez el más importante.

Niños que no pueden, legalmente, beber una pinta de Guiness, pero capaces ya de manejar una fusta y de montar un caballo sin ensillar. Las fotos de Player muestran la realidad más humana de esta sociedad de outsiders, ajena a un sistema en que priman las clases, y donde tu acento es un rasgo definitorio e indeleble del lugar que te corresponde.

Pero los gitanos irlandeses no pertenecen a ningún sitio. No son ciudadanos del mundo, como aquellos escritores de principios del S.XX que dieron otro sentido a la palabra “cosmopolita”, el mundo es su sitio. 
Dos gipsies posando

La fotógrafa londinense dedicó tres años a este proyecto hasta que tuvo la suficiente confianza y cercanía con los protagonistas de sus retratos. Su círculo es independiente del de la mayoría de nosotros; y esta característica, que les ha costado históricamente más de una batalla, es precisamente la que ahora lucen con orgullo: dos adolescentes posan sonrientes luciendo su ropa de sábado noche y su abrigo de mercadillo;  mientras una joven domina a su caballo a dos patas con la serenidad de quien lleva haciéndolo toda una vida. Se respira libertad. ¿Qué tenemos nosotros que ofrecerles que pueda mejorar esto? –parece decirnos.

Quizá sea por eso que nos miran desafiantes. Quizá sea por eso que los retratos tienen esa fuerza.  Quizá sea por eso que, antes de hablar con nosotros durante horas, los protagonistas de Gipsy Gold nos hubieran preguntado el nombre. 

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