Con un espeso flequillo casi tapándole los ojos, Daniel Minimalia, nacido Daniel Llorente en Vitoria, resulta demasiado joven para la profundidad de su obra. El 6 de noviembre se acercará a la Sala Galileo Galilei para presentar su último álbum, Arenas de Luna.
“Llegué a Ourense con tres años. Soy gallego. Además, se me nota mucho en el acento”, afirma sonriente. En la mesa de una pequeña cafetería madrileña, con su guitarra reposando justo tras él, explica que su música no debería ser clasificada como instrumental: “más allá de géneros musicales, busco la emocionalidad”, comenta mientras da un sorbo a un botellín de agua. “Al principio la gente no entendía lo que quería hacer. Pero las palabras tienen un significado delimitado. Creo que todos tenemos sensaciones y emociones que no podemos expresar con palabras, o que las palabras no expresan como queremos. La música es más universal. Si cantase portugués o checo, estaría poniendo ciertas barreras”.
Daniel lleva tres años trabajando en solitario: en 2011 publicó el breve EP Akainik, que nos dejó con ganas de más. Más que llegaría en 2012 con Cuentos sonoros, álbum clave para su consolidación como artista. Ahora, Daniel publica Arenas de Luna, nueve temas de estilo variado.
Para su primer single, Olas del sur, cuenta con la colaboración de Rosa Cedrón (ex vocalista de Luar na Lubre), que también pone voz a Arenas de luna. “Es un amor. No la conocía personalmente, y la verdad es que la experiencia ha sido muy positiva. Se prestó en seguida a colaborar en los temas, a salir en el videoclip… y creo que además esa conexión al final se nota”. Rosa crea junto con Daniel una atmósfera de influencias flamencas, folk y celta.
En esta línea continúa Latidos, carta de presentación del disco, y la arriesgada versión de Héroes del Silencio de El estanque. Los sonidos más excéntricos de Arenas de Luna los ponen Si desvaneces y Párvula esencia, con ritmos imposibles y acordeón y tuba incluidos.
La composición más sentida de Daniel es Al decir adiós, dedicada a la muerte de sus abuelos, que ya había incluido en Cuentos sonoros pero que ahora ha grabado versión orquesta. “Mis abuelos se murieron en dos días y yo no estaba aquí, estaba en Londres. En una noche hice ese tema pensando en ellos, pero no de una manera triste. Me pareció, incluso, hasta bonito. Fue cuando encontré el sentido, mi personalidad como músico”.
Unas pinceladas futuristas con Elektra y el final rockero de Contramarea muestran que Daniel es un hombre de contrastes. “Creo que en cuanto a género musical soy muy ecléctico”, afirma, comparando sus inicios y su presente.
Sobre cómo empieza y aprende a tocar la guitarra, su maestro es él mismo: “A los ocho años, después de la Comunión, me regalaron un walkman. Mi padre y mi tío tenían muchos casetes de rock de los 70. Claro, quería tocar como ellos, así que a los 13 años tocaba las míticas, Stairway to Heaven de Led Zeppelin, Highway Star de Deep Purple. Empecé a tocar la guitarra de oído. Aprendí en la buhardilla a base de hacer horas”.
De una buhardilla pasa a tocar por toda España, ser reconocido internacionalmente e incluso nominado en los Hollywood Music Awards: “La verdad es que el reconocimiento sienta bastante bien. Fue un honor estar allí con John Williams y Hans Zimmer, y me ha servido para tener más proyección. Pero sentirme, me siento igual. Soy un chico normal”.
Gran creatividad la de este joven compositor y guitgarrista, se mueve con soltura entre los géneros musicales, reune varios de ellos en un sólo tema con su sello personal de emotividad y sensaciones. Un gran descubrimiento para mi.