CHICO Y RITA. CANTO AL AMOR Y HOMENAJE A LA MÚSICA CUBANA

Cartel de la película

No sé muy bien cómo meter en avi un texto sobre Chico y Rita. Puedo ceñirme a hacer una crítica descriptiva contándoos que se trata de una película de animación para adultos resultado de la unión de dos talentos, Fernando Trueba y Javier Mariscal. Seguiría describiéndola para el lector que nada exige como una historia de amor y desamor mecida por el ritmo latino de la Cuba de los 50. Pero no me quedaría tranquila.

Porque Chico y Rita no se queda en película de animación ni en historia de amor y desamor. Tampoco en homenaje a la música cubana. La verdad es que es todas y cada una de estas cosas. Es el fruto de un trabajo largo y meticuloso de dos autores que rebosan creatividad por los siete costados y que dan a luz un film técnicamente impecable impregnado de emociones. Una obra artesanal en la que se rodó a actores de carne y hueso como ayuda para la interpretación de esos personajes animados por la técnica de la captura en movimiento, que se desenvuelven en una atmósfera bellísima e impresionista creada a partir de la mezcla de animación tradicional y en 3D. Una recreación en dibujos de lo que fue la Cuba en los años 50, anterior a la caída del gobierno de Batista. Aquellos años dorados para la música de la isla.

Y ahí queda transportado el espectador en el minuto uno. A la isla y a la euforia-nostalgia deese jazz latino que tan esencial es en Chico y Rita. Y digo esencial porque la música de la película no podría ser otra. Lo arreglos que el pianista Bebo Valdés ha realizado para los temas forman una banda sonora magistral, que según he leído recibió exactamente la misma atención que el “rodaje” de la película. La voz estremecedora de la cantaora Estrella Morente acompaña las notas del piano de Bebo. Como dice Trueba, cuando Chico toca el piano es Bebo quien lo toca. Y es a él a quien está dirigida la película por ser su gran inspirador.

Chico es un pianista que una noche en un club escucha a Rita cantar y enamorado queda de ella (como el espectador). Unos diálogos de macho seductor y de hembra altiva; miradas esquivas; atracción fatal. La negra de ojos azules y vestido amarillo se le ha metido en lo más profundo del cerebro a Chico, y Rita cae rendida en sus brazos un par de planos después. Comienza así una historia bonita y triste entre dos que se amarán sin pausa y en cualquier lugar del mundo. Desde la Habana a Nueva York, de París a Las Vegas. Se amarán por encima del conflicto y la distancia; por encima del malentendido y las circunstancias.

La historia quizá peque de previsibilidad, pero nada importa. Porque es una alegoría a la supervivencia del sentimiento y porque si uno quiere, se la cree. Debemos agradecer mucho que Trueba sintiese este impulso de fundir melomanía y cine, porque le ha salido una piedra preciosa en la que los personajes son tanto o más expresivos que innumerables actores. Escenas como la de Chico y Rita haciendo el amor, con las sombras en sus cuerpos y el pie de ella dejando caer suavemente al suelo una partitura para piano, no me las puedo quitar de la cabeza.

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