CHEZ FARIDA

Hasta la altura de una callejuela que hace de epicentro del triángulo que conforman Tirso de Molina, Antón Martín y Lavapiés han llevado un rinconcito de Argelia: el restaurante Chez Farida, un sencillo local con acento árabe, decorado al más puro estilo argelino con mesas de marquetería, bancos y taburetes bereberes de piel. Un lugar diferente donde saborear la cocina casera que elaboran las dueñas de este rinconcito que funde lo árabe y lo europeo en el centro de la capital. Allí mandan las mujeres. Farida y Hiba, madre e hija, se encargan de llevar el negocio: Farida en la cocina y Hiba atendiendo las mesas con gran amabilidad; ofreciéndonos platos típicos y, sobre todo, diferentes para nuestro “españolizado” paladar.

Como si de una cueva se tratase, descendemos a la planta baja y entre mesas bajas y bancos acolchados con motivos típicos, no muy recargados, disfrutamos de una tranquila y relajada velada, ideal para pasar un rato con amigos o familiares en un lugar alejado del ruidoso centro. Destaca la correcta iluminación del local con velas en las mesas, algo que contribuye a recrear una grata sensación de intimidad. Eso, unido a la disposición total de la camarera que nos atiende como si fuéramos los únicos comensales -cosa que hubiera sido cierta a no ser por la pareja sentada al lado nuestra- hace del lugar un sitio perfecto para divertirse después de un estresado día.

Tras pedir la bebida, Hiba (la camarera) nos recomienda con gracia y desparpajo una serie de platos para compartir entre varias personas. Todos ellos pertenecen a la cocina casera tradicional Machwi, similar a los asados a la brasa. Así, comienza el “desfile” de comida argelina, pocos platos pero bien elaborados: ensalada de berenjena y tomate, rollitos de carne –la variante argelina de los rollitos de primavera-  y croquetas de patata que son ideales para acompañar la carne con aceitunas, el estofado casero o su famoso cordero dulce. Nos llama especialmente la atención el pan-bollo que nos ponen para acompañar unos merguez, que son algo así como chistorras en salsa con un toque picante, el justo y necesario para los qChez Faridaue no sabemos disfrutar de los excesos del mismo. Como plato estrella no podemos perdernos el cuscús de carne, zanahoria y calabacín aderezado con sopa de cocido, así como alguno de sus asados a la parrilla (estos deben ser encargados con antelación).

Como guinda para este pastel, los originales y deliciosos dulces, típicos de la zona del Magreb: una especie de crepes de chocolate o miel y para finiquitar este menú, nada mejor que un digestivo té de jazmín y hierbabuena.

En definitiva, este restaurante nos acerca la cocina tradicional- tan demandada hoy en día-, esa que nos recuerda a las recetas de mamá, eso sí, una mamá argelina que nos deleita con un tipo de comida propia de otra región. Por ello, aviso a los castizos: en este restaurante tendréis que sustituir la tortilla de patata por croquetas de patata, la paella por el cuscús, la ensalada mixta por la de berenjena y tomate, y el chorizo por los merguez.  Así planteado no suena mal del todo. Se trata de probar nuevos sabores a los que nos estamos acostumbrados. ¿Lo mejor? los postres que harán las delicias de los más golosos. ¿Lo más curioso? El ligero sabor entre  ahumado y picante que tienen todos los platos y al que algunos, ignorantes de los nuevos sabores, aún no terminamos de familiarizarnos. Será cuestión de desplazarnos de nuevo hasta este rinconcito para pasar otra agradable velada en Chez Farida: rico, asequible y buena compañía.

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