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Carme Elías da vida a Diana Vreeland en el Teatro Español

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Carme Elías caracterizada como Diana Vreeland en el Teatro Español. Foto: Teatro Español.

«Uno debe tener estilo. Te ayuda a bajar las escaleras, te ayuda a levantarte por las mañanas; es una forma de vida. Sin él, no eres nadie”. Estas palabras de Diana Vreeland, legendaria editora de moda, son ejemplo de su extravagante y autoritaria personalidad, que hizo de ella, junto con su visión y carisma, una de las figuras más importantes de la historia de la moda. Hasta el próximo domingo 15, Carme Elías le da vida en el Teatro Español, en la pequeña sala Margarita Xirgu, reconvertida en el apartamento de Vreeland en Park Avenue para la ocasión. Rojo. Eso es todo lo que uno ve cuando entra en la sala; el color que amaba Vreeland, “aborrecer el color rojo sería como aborrecer a la persona que amas”, decía.

Al Galope, dirigida por Guido Torlonia y con guión de Mark Hampton y Mary Louise Wilson, está encuadrada en agosto de 1971 e ilustra un punto de inflexión en su vida. Justo después de regresar de un viaje de cuatro meses por Europa tras ser despedida por la revista Vogue. En ella vemos a una mujer que se niega a hacer lo que sus allegados le sugieren, como sus amigos, que insisten en que acepte un trabajo en el Museo Metropolitan, y su hijo, que le sugiere que se mude a California con el resto de su familia. “¿Por qué se empeñan en meterme en un museo?”.

Caracterizada como la brillante editora, Carme Elías sabe captar la esencia de la personalidad de Vreeland y transmitírsela al espectador. Una mujer extravagante, adelantada a su tiempo, que se rodeó de numerosas personalidades desde muy pequeña que forjaron no solo su carrera profesional sino también su forma de ser. Muchas de esas personas van pasando por el monólogo como pequeños fragmentos de la vida de Vreeland: Anna Pavlova, Cristóbal Balenciaga, Helena Rubinstein, Coco Chanel

La gestualidad de Elías es fascinante. Uno puede ver a Diana Vreeland en cada movimiento de la actriz y en cada interacción con el público. Con la ayuda de un foulard blanco retrata bailando la pasión por la danza de la editora, y ofrece el momento más emotivo de la representación al recordar a su marido Reed Vreeland, con la voz de Frank Sinatra envolviendo por unos segundos la escena. Una delicia para todos los presentes.

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Foto: www.dianavreeland.com

Vreeland veía moda en todo lo que la rodeaba, “puedes ver el advenimiento de una revolución en la ropa”, comentaba la editora sobre los cambios en la indumentaria en los sesenta, y vivía con pasión todo lo que hacía. Decía el fotógrafo Richard Avedon que tras esa fachada de mujer frívola que ella misma quería proyectar, se encontraba una verdadera obsesión por el trabajo. Esa misma obsesión, además de voluntad y decisión, se manifiestan en el final del monólogo, cuando Vreeland, empeñada en rehacer su carrera, decide llamar a Ted Rousseau, que le había ofrecido el trabajo en el Metropolitan, y asegurarle que nunca aceptaría un puesto así. Pero sí inicia una colaboración entre ambos. Le dice que rompa con las vitrinas y que deberían organizar exposiciones sobre los Habsburgo o Balenciaga, que la gente no quiere ver cosas muertas. No interesaba propiamente el vestido, sino «la vida que llevas con ese vestido».

Todo esto sentaría las bases de lo que hoy conocemos como la gala anual del Met, que mueve millones de dólares y lleva a miles de personas al museo. En esta última llamada, en la que Elías deslumbra, vemos a una mujer valiente que a sus setenta años todavía conservaba la ilusión y las ganas de darle al público, como ella misma decía, “aquello que nunca imaginaron que querrían”.

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