Un punto en el espacio. Si la tierra es insignificante qué seremos cada uno de nosotros. Parte de ese espacio, pero dentro de un punto todavía más pequeño. Aquí gracias al amor entre dos seres y aún nos creemos con la potestad de odiar al que tenemos al lado, de sentirnos superiores a él. Por dinero, por inteligencia, por raza. No hace mucho, no muy lejos, más de 1 millón de personas fueron asesinadas por los nazis en un campo de concentración. No hay razón, tan solo un deseo; “que no haya nunca más un Auschwitz”.
Una recreación de la gran alambrada que reduce el recinto de Auschwitz se enciende ante mis ojos. Se me antoja perversa, a pesar de que no tiene los 4 metros que originalmente posee. Alambre de espino y enormes piedras donde sujetarse. El horror no tiene escapatoria.
La exposición comienza mostrando al espectador las primeras pinceladas de lo que va a encontrar en las paredes del Centro de Exposiciones Arte Canal de Madrid. Una muestra que se ha extendido por segunda vez dada la afluencia de visitantes, y que se mantendrá en la capital hasta el 3 de febrero de 2019. Un laberinto que nos acerca el exterminio nazi y su crueldad desde la perspectiva de alguno de sus supervivientes.
PRIMERAS SALAS
Las primeras salas se encargan de poner en contexto a los recién llegados. Narran la historia de los judíos, un pueblo que ha vivido en minoría en varias partes de Europa y posee otro calendario. Cuya fiesta semanal es el Sabbat (sábado) y que venera los 5 libros de Moisés (La Torá).
Nos cuentan testimonios de soldados alemanes y su odio a este pueblo; “El descubrimiento del virus judío representa una de las mayores revoluciones que se han producido en el mundo. Si queremos recobrar la salud, no tenemos más remedio que acabar con él”.
Más adelante, se dedica un gran salón al Nazismo. Una ideología que gobernó en Alemania de 1933 a 1945, con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler. Vídeos de discursos y movilizaciones ciudadanas, así como frases históricas de soldados y también de exiliados por el régimen, que no compartían estos ideales.
“El arte de todos los dirigentes nacionales consiste en no dividir la atención de un pueblo y centrarla en un solo enemigo”. Adolf Hitler, 1925.
EL COMIENZO DEL HOLOCAUSTO
Un enorme mural con cadáveres a un lado y soldados al otro retrata el pistoletazo de salida del ejército nazi contra los judíos.
El holocausto es también conocido como “la solución final a la cuestión judía”.
En esta sala se deja ver la actividad cotidiana de los camaradas de las SS: Matar. Sin remordimientos. Sin temblores. Podemos visualizarlo, incluso, en un vídeo.
Se habla del surgimiento de los campos de concentración, que en un principio eran lugares designados al trabajo forzado, y con el tiempo se convirtieron en cárceles de huesos, donde el único propósito era el exterminio de personas. Fue en 1940 cuando el jefe de las SS, Heinrich Himmler, decidió construir en Polonia el campo de concentración de Auschwitz.
Una litera de madera, un gran recipiente donde cocinaban las raciones del día (un litro de sopa y 35 gramos de pan), las normas del campo de concentración y fotos. Imágenes tanto de los presos como de los dirigentes de las SS, entre las cuales encontramos cuadros de artistas judíos, tales como Jan Komski, que logró sobrevivir o Felix Nussbaum, que murió en Auschwitz.
DEPORTACIONES
“Lanzábamos las cartas desde los trenes con la esperanza de que alguien las recogiese y enviase al resto de nuestras familias”.
El siguiente espacio de la exposición está dedicado a las deportaciones. Los viajes eternos que los alemanes obligaban a realizar a la población judía hacia los campos de exterminio. Una enorme pantalla con las palabras de los supervivientes, que relatan, como pueden, el horror que vivieron, no solo dentro de aquellos vagones con olor a miedo, sino al llegar, encontrándose con esa estampa moribunda y esa enorme alambrada que los separaba de cualquier resquicio de vida.
Comenzaron el 20 de enero de 1942, con 800.000 judíos ya asesinados y con el fin de terminar con todos ellos.
Comparten el espacio de la muestra con las familias judías que lograron esconderse en diferentes partes de Europa. Familias como la de Ana Frank, que permanecieron en buhardillas o rincones de las casas, huyendo de esos temidos viajes hacia ninguna parte.
LAS HISTORIAS MÁS DOLOROSAS
La máxima exploración de la crueldad, que remueve conciencias y termina por explotar, se da a mitad de la visita. Las cámaras de gas se tornan protagonistas, y las historias más dolorosas colman las paredes:
“El gas tardaba entre 10 y 15 minutos en matarlos”.
“En aquella lucha a muerte, los padres ni siquiera se daban cuenta de que tenían debajo a sus hijos”.
“Los de la cámara de gas, al ver que se morían, rompían el cristal”.
RECREACIÓN DE UN BARRACÓN
Más adelante se sigue con esta exploración inhumana que los soldados de las SS llevaban a cabo en Auschwitz. Esta vez, a través de la recreación de uno de los barracones. De nuevo, al adentrarnos en la sala, el pasillo nos guía hacia una enorme pantalla en la que reconocemos algunos rostros que anteriormente han aparecido en otros vídeos de la exposición. Una continuidad que te adentra aún más en la vida de aquellos que sobrevivieron, el duelo de quienes perdieron a toda su familia en una barbarie indescriptible. Nos relatan el día a día en el campo de concentración, la tortura a la que eran sometidos cada nuevo amanecer.
En el interior del barracón:
Objetos, zapatos, ropa, una mesa camilla donde practicaban experimentos (sobre todo con mellizos), utensilios de cocina…
Acerca ínfimamente a la realidad, pero consigue estremecer.
LLEGAMOS AL FINAL
“El 27 de enero de 1945 los soldados del Ejército Rojo (Unión Soviética) llegaron a la ciudad de Auschwitz. Tras sus alambradas descubrieron a 7.000 hombres, mujeres y niños – vivos, aunque por muy poco – y montones de cadáveres sin sepultura”.
Junto con datos acerca del número de asesinados por parte de Alemania y sus aliados en este periodo de tiempo, y la descripción de la llamada “Marcha de la muerte”, va llegando a su fin este recorrido por una historia mucho más cercana de lo que a veces creemos.
Sin ninguna duda, el final es la parte más intensa y también más importante del laberinto. La conclusión de todo esto. Lo imprescindible; evitar a toda costa que algo así vuelva a ocurrir. Evitar el odio y la manipulación de dirigentes que discriminan a quien es diferente, que alimentan la necesidad de alejarse del prójimo por su raza o procedencia, cuya única pretensión es la de hacer sufrir y colmarse victoriosos, ¿de qué?
El final es una advertencia y también un impulso a la vida. A vivir.
«Evita tener aversión a la gente, aléjate del odio. Mientras estés aquí haz el bien, no odies, no discrimines». En definitiva, aprovecha el punto que ocupas en el mundo.