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Antonio Muñoz Molina: «Las novelas siempre están a punto de no existir»

 

Antonio Muñoz Molina

Esta vez, recién salido de las conciencias de otros, (Martin Luther King, James Earl Ray, o él mismo cuando tenía 31 años), el escritor Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) entró al salón de actos de la Residencia de Estudiantes un poco retraído y quizá también abrazándose por el frío de afuera mientras pegaba los brazos a su cuerpo, en un miércoles de finales de noviembre, y miró a la mesa cuadrada donde los periodistas le aguardaban ya sentados con sus cafés, sus copas de agua, sus libretas, cámaras, cables, preguntas. También reposaban sobre la mesa los numerosos ejemplares de Como la sombra que se va (Seix Barral), su última novela, ya en las librerías.

Mientras Muñoz Molina se acomodaba en su asiento, le asaltaron de nuevo los flashes que pocos minutos antes le habían abordado afuera, en el jardín de la Residencia, que olía a selva por la lluvia. Y parece extraño que el autor de Sefarad muestre todavía cierta timidez ante las cámaras, casi tres décadas después de que alcanzara el éxito literario con El invierno en Lisboa (1987), su segunda novela, que ganó el Premio Nacional de Narrativa y el de la Crítica, cuando el ubetense era un recién estrenado escritor con bigote, en aquellos años en que aún vivía en Granada. «Para borrar Granada escribía Madrid, escribía San Sebastián, escribía Lisboa», narra Muñoz Molina en su nueva novela recordando el proceso creativo de aquel libro que quería escribir al ritmo de «un desasosiego de música de jazz».

Antonio Muñoz Molina treintañero. Recién publicado El invierno en Lisboa
Antonio Muñoz Molina treintañero. Recién publicado El invierno en Lisboa

Ahora, mucho tiempo después, rememora el proceso de creación de aquella obra en Como la sombra que se va, entre ficción y crónica, que cuenta también el rastro del asesino de Martin Luther King. «Las novelas están siempre a punto de no existir. Cuando estaba leyendo una biografía sobre James Earl Ray, descubrí que, después de cometer el crimen, había pasado diez días escondido en Lisboa. Eso me produjo una emoción particular porque esa ciudad tiene una conexión muy importante para mí», dijo el autor de El jinete polaco, quien añadió: «Hace poco decía Javier Cercas que la novela te lleva a confrontarte con lo que no se puede entender. Cuando viajé a Memphis en el momento en que ya estaba terminando la novela y vi las cosas de Ray, me sobrecogió la profunda miseria material de su vida, lo embustero que era, ese rencor destructivo, según los informes».

La novela guarda tanto la historia de Ray como la del joven Muñoz Molina viajando a Lisboa para inspirarse. “Durante todo el tiempo tenía la tentación o incertidumbre de centrarme exclusivamente en el asesino. Pero igual no era exactamente lo que yo quería hacer, de modo que decidí continuar por el camino que ha conducido finalmente a la novela, y que para mí era lo que lo volvía más excitante. Una novela es siempre una cosa muy rara, surge de una manera muy azarosa. Más que poner en práctica un plano, como cuando construyes un edificio, con la literatura hay que dejarse llevar un poco a ciegas por el trabajo», explicó.

Siempre se encuentran elementos determinantes en la realidad que superan a la ficción. Cuando descubres ese material, ¿qué necesidad hay de inventar nada?

Trabajo que luego es revisado con lupa por profesionales que le asisten personalmente. «Primero está la escritura en soledad. Cuanto más aislado estés, mejor para escribir”, dijo con su rumor de voz tranquila.“Aunque luego viene esa otra parte, que parece menos romántica, pero que hay que resaltar, que es donde se ve que la literatura es un oficio en el que participa más gente, como es el caso de mi mujer, Elvira [Lindo], y de mi editorial. Saben encontrar las debilidades y las fortalezas del libro».

de-pieLa realidad, más original que la imaginación

“Que una mujer tenga tortugas en su casa es algo que yo no podría haberme imaginado nunca”, dijo Muñoz Molina refiriéndose a la abundancia de datos fabulosos y reales que encontró, con tanta facilidad, en los documentos digitalizados del FBI sobre el caso Martin Luther King. Pasó horas y horas pegado a la pantalla del ordenador. “Yo sabía todo lo que llevaba Ray en la maleta, el día que se vio en una foto de pequeño que había publicado en portada la revista Life, sus amantes, todo. Y siempre encuentras elementos determinantes que incluso mejoran la ficción. Cuando descubres todo ese material, ¿qué necesidad hay de inventar?». 

«Toda esta transparencia es importante que también la pida la gente”. Lo más reciente en cuanto a transparencia, le ocurrrió a Antonio Muñoz Molina cuando venía hacia la Residencia de Estudiantes, que de repente se paró en el escaparate de una vieja tienda de electrodomésticos porque vio un lavavajillas transparente que permitía contemplar todo su funcionamiento que nunca nadie había podido imaginar. “Quizá tiene que ver con lo que pedimos en esta época”, y se ha creado un eco de risas. Luego un silencio.

Me gusta la libertad a la hora de escribir. En esta novela hay periodismo narrativo, memoria, crónica de viajes; pero también hay ficción en cuanto que yo invento cómo piensa un personaje que ha existido de verdad, como Luther King o su asesino Ray.

La última pregunta. Qué cosas han cambiado en aquel Muñoz Molina que viajó a Lisboa con 31 años para escribir una novela. Al escritor se le ha dibujado una leve sonrisa de labio fino entre esa marabunta de pelo grisáceo que es su barba, como de capitán de barco. Pone de ejemplo Moby Dick. “En Como la sombra que se va hay periodismo narrativo, memoria, crónica de viajes, ficción en cuanto que yo me invento lo que piensa un personaje… Por eso me gustan libros como el de Melville, que te narra una aventura trepidante y luego te describe minuciosamente el organismo de una ballena». Se hace de nuevo un poco de silencio. En seguida habla de nuevo con una voz rasgada, andaluza, un poco ronca, que despierta cierta ternura por su cercana resonancia: “En literatura a mí me gusta mucho la libertad a la hora de contar; todo un poco más desordenado, como la vida. Cuando eres joven buscas una concepción más perfecta, todo medido, también más artificial. El Muñoz Molina de ahora es más concienzudo en lo que escribe, más seco, más austero, que trata de comprender y evaluar qué ha pasado en todos estos años desde el vértigo de mirar atrás. El tiempo y el olvido dan forma al recuerdo”.

Antonio Muñoz Molina desapareció entre la gente. Estaba en un pasillo donde de nuevo comenzaron a relampaguear los flashes hacia su rostro. Él abrazó su libro con los dedos. Lo apretó bien por el lomo, como a un hijo que hubiera estado cerca de perder, porque las novelas están siempre a punto de no existir.

Aquí puedes leer y descargar el primer capítulo del libro

 

Antonio F. Jiménez

Periodista. 1992. Bullas (Murcia). Vivo en Madrid y curso el máster en periodismo cultural de la Universidad San Pablo CEU. Siento nostalgia por los hombres del tiempo, como José Antonio Maldonado o Paco Montesdeoca, y por la antigua sintonía de Informe Semanal. Me gusta el olor de los caldos y el rancio de los libros viejos.

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